El Señor nos pone en nuestra andadura por esta vida a personas que, con su amistad, complementan nuestros defectos, los corrigen y los transforman en buenos sentimientos.
Sin duda alguna, una de esas personas es mi apreciado y querido amigo D. Antonio Vargas Granados, hermano y cofrade al que me unen tantas y tantas cosas a pesar de la lejanía de nuestros lugares de procedencia.
Conocí a Antonio en el verano del 2000 tras una visita turística a Sevilla, una vez estado en la Basílica de la Esperanza Macarena y tras rezar en San Lorenzo ante el Señor del Gran Poder. Allí, tras el mostrador de la tienda de recuerdos, se encontraba este hombre que tanto ha marcado mi forma de pensar y de actuar. Desde entonces, hemos caminado juntos por el sendero de la amistad, de la fraternidad y del amor.
Decir Antonio es hablar del cristiano con mayúsculas. Antonio y su buen hacer, representan la entrega por y para el Señor y su Bendita Madre. Decir Antonio es decir Gran Poder y Macarena, Despojado y Mayor Dolor y Traspaso, ...
Siempre entregado al ámbito cofradiero, mostró su enorme entrega y capacidad en la Hermandad sevillana de Jesús Despojado, en la que fue Mayordomo y Secretario en unos momentos en los que las cosas no eran demasiado fáciles para la hermandad, pero que Antonio supo superar gracias a su buen hacer y aportando su honestidad y experiencia, que no es poca. Y siempre desde la templanza sevillana aderezada con la dulzura de sus palabras.
Palabras que han sido, son y serán simbología del buen consejo. Y esto es así, porque cuando Antonio habla, es su corazón el que lo hace; ese corazón de la "buena gente" de Sevilla que se nota han compartido su tiempo con su admirado D. Rafael Bellido Caro.
En la actualidad, como ya he mencionado, Antonio goza de un lugar de privilegio desde el que puede prácticamente acariciar al Señor del Gran Poder con la yema de sus dedos. De ahí que Gran Poder y Antonio estén tan unidos para mi, pues ambos son capaces de "pellizcar" este corazón marchitado por los errores de la vida, consiguiendo que me traslade a instancias que solo unos pocos tenemos el honor y el privilegio de vivir o sentir. Mención singular tiene sus vínculos con la vecina Granada - ¡Qué grandes tus compadres, Antonio! - y con mi querida Salamanca, ciudades a las que ama y siente como suyas.
En difinitiva, visitar mi querida y soñada Sevilla, sin hacer una parada ente el Señor del Gran Poder y sin pasar horas e incluso días sin la compañía de Antonio, es como negar mi condición de macareno. ¡Que paseos por la calle Feria hacia tu casa, que croquetas las que compartimos donde Ovidio, o las torrijas de Montesión! Pero, sobre todo, que placer es pasar horas y horas hablando contigo de lo que tanto nos gusta.
Sirvan por tanto estas palabras como mi pequeño homenaje a este gran hombre al que, como digo, Dios puso en mi camino para mi gloria, entrando a formar parte de mi vida y de la de mi familia y amigos más cercanos.
Gracias Antonio por tu generosidad, por tu gran corazón, por todo lo que haces por este hermano que te admira y que quiere.
No te preocupes por nada
ni pierdas la calma
Vive cada momento
sea de gozo o dolor
de tristeza o alegría
de esperanza o prueba ...
(Rafael Bellido Caro)