24 febrero 2015

Quedada con... mi pequeña Esperanza Macarena


Hermandad y fraternidad son dos conceptos que en teoría están intrínsecamente ligados a la relación de amistad, de cariño, de lealtad, de confianza. Desgraciadamente y, como diría mi amigo Antonio Vargas, cuando el “virus” se mete en el seno de las cofradías, todas estas características se van al carajo. Este no es el caso del grupo de jóvenes con los que el pasado domingo tuve el honor de compartir una tarde de las que ni se olvidan, ni deben quedarse en una sola. Jóvenes que conocí en mi etapa de hermano mayor en mi cofradía salmantina de Jesús Despojado y entre los que siempre se ha mantenido ese binomio de amistad-fraternidad.

Bruno, Rubén, Emilio (Milo), Rosa, Antonio y Perla, devotos no sólo del Señor de San Benito, sino también de las “Esperanzas” y del Señor del Soberano Poder (San Gonzalo) de Sevilla, tenían un motivo especial para visitar mi casa: acudir al encuentro y a la llamada de “mi pequeña Esperanza Macarena”.

Ella fue, como no podía ser de otra manera, el centro de atenciones, miradas, fotografías y, por supuesto, la receptora de sus oraciones y sus plegarias. Desde que la imaginera gaditana Ana Rey me premiara con la realización de ese deseo tantas veces soñado, siempre he querido que Ella no sea sólo la Imagen de María que llena cada espacio de mi hogar, sino también la de todos aquellos y aquellas que por su devoción y cariño quieran gozar de su presencia.

Como te digo, fue una tarde para guardar en un lugar de privilegio de mi corazón. Un corazón que no siempre – me imagino que como el tuyo – goza de “buena salud”. Por ello que su compañía fuese la “mejor medicina” para paliar esos momentos en los que uno siente la losa de las adversidades que la vida nos ofrece.

Las fotografías que te acompaño en este post, son reflejo puro y duro de lo que trato de transmitirte, a la vez que una forma más - humilde, pero de corazón - de agradecer a “a mis niños”, que a pesar de mis errores, de mi comportamiento, de mi singular personalidad, siempre han estado y están a mi lado. Gracias, gracias y mil gracias a todos y cada uno de vosotros y vosotras, y que esta “Quedada Macarena” se repita muchas veces a lo largo de nuestras vidas. ¡Os quiero!





































































¡El verdadero amigo es aquel que, a pesar de saber cómo eres, te quiere!