07 octubre 2019

Solemne Besamanos en honor a Nuestra Señora del Rosario 2019 (Hermandad de la Macarena)





Santa María, Madre Nuestra
que en cada misterio del Santo Rosario
nos brindas al Salvador.
Acudimos a ti necesitados.






Nos alegramos que desde la cruz
el Señor te halla encomendado la misión
de acercarnos a El y a su Iglesia
por la conversión y la penitencia.





Alentado por la confianza que nos inspiras
ponemos en tus manos maternales
nuestras preocupaciones y temores.





Pero, deseamos imitar tu fidelidad a Dios
aceptando con amor y humildad
todas las pruebas.




Madre Nuestra del Rosario
que tu presencia renueve nuestra vida,
alivie nuestro ser agobiado por
sufrimiento y la enfermedad,
sostenga nuestra docilidad a la gracia
y fortalezca nuestro Amor a los demás,
convirtiéndonos así en testigos del amor
del Padre que no vaciló, por tu intermedio,
en darnos a Jesús.
Amén.

Reportaje realizado por María del Pilar Pérez Gómez.

01 octubre 2019

¡Siempre en mi corazón! Nuria Hernández Fernández

A Nuria, con todo mi amor, respeto y admiración:


Decía San Agustín de Hipona que “La muerte no es el final”. Palabras complicadas de entender y asumir si nuestra fe es escasa. Incluso, como en mi caso, hombre de fe entroncada en mi alma desde la niñez, pueden sonar un tanto lejanas en estos momentos en los que busco el Consuelo y la Esperanza de la Madre.

“La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, vosotros sois vosotros. Lo que somos unos para los otros, seguimos siéndolo. Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste. Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí.

Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?

Os espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.

¿Veis? Todo está bien. No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volveréis a verme, pero transfigurada y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.”

AMÉN

¡Qué hermosas palabras para agradecerte tanto, mi querida Nuria, prima de sangre, de sueños y anhelos, de aventuras y desventuras, de dolor y esperanza! Tu marcha de esta vida está llena de contradicciones, muchos decimos también que está llena de injusticia. ¡Qué injusta es la vida, sobre todo cuando es la muerte la que gana!

Siete años, con sus días y sus noches, con muchas luces y con espesas sombras, se convirtieron en una lucha sin tregua contra ese okupa al que todos creíamos que acabarías echando de tu morada. ¡Qué ilusos!  Hasta él se sentía confortable en tu interior, aun a sabiendas de que contigo no le cabía descanso alguno. Ni siquiera los “antidisturbios” que te machacaban el cuerpo han sido capaces de expulsarlo. ¡Bien lo sabías tú!

Por eso has sido un ejemplo para todos, sin excepción. Y hoy, a pocas horas de que nos despidamos de ti, cuando el pozo de mis lágrimas parece estar ya seco, me sigo preguntando de dónde has sacado tanta fuerza mental y física para soportar tanto, para conseguir que todos y todas estuviéramos preocupados por tu salud, pero siempre esperanzados al verte, al escucharte, al comprobar cómo tras cada una de tus recaídas te levantabas con más fuerzas, con más ilusión, con más ganas de vencer cada batalla.


Contradicciones y preguntas – puñeteras preguntas – que no tienen respuesta. ¿Por qué tú?  ¿Por qué ahora? ¿Por qué después de tanto luchar? Quizás, en el mensaje de San Agustín, encuentre alguna luz que ilumine las tinieblas que se han apoderado de mi al ver como esa luz inmensa que irradiaba de tu corazón, se ha ido apagando y debilitando estos últimos días. La luz que te acompañó desde aquél 6 de enero en el que los Magos de Oriente te posaron en el pesebre de nuestra familia, convirtiéndote en la más pequeña de los primos y que, con el trascurrir de los años, te hicieron la más grande de todos: grande de corazón, grande de inteligencia, grande como madre, esposa, hija, hermana, prima, amiga. Así eras, así eres, mi niña, maravillosamente grande. ¡Un espejo en el que mirarnos, del que aprender y que cada uno de nosotros pondremos en el lugar más especial de nuestros corazones!

Cae la noche…Cierro los ojos y te veo a mi lado, con la mano tendida, ofreciéndome tu sonrisa, tu mirada de amor, tu belleza y esa elegancia que siempre ha sido una seña de identidad en tu vida. Elegancia mezclada con tu belleza, a la cual nos hemos asido y acostumbrado; elegancia para transmitirnos que estabas bien, aunque solo tu conocías ese dolor interior que te machacaba. Elegancia para saber estar, dirigir, organizar, saber hablar y también escuchar. Elegancia, en definitiva, que es la suma de una herencia impagable con la que llenaremos ese vacío inmenso que sentimos en estos momentos.


Será difícil aceptar que ya no estás entre notros, que no podremos disfrutar más de todas las virtudes que atesorabas, de las ganas y alegrías que tenías de vivir. Pero me niego a convertirte en un mero recuerdo, por muchos y maravillosos que sean. Porque, para mí, la muerte no ha vencido a la vida. Siempre has estado presente en mi corazón y así, con más fuerza y amor si caben, seguirás estando a lo largo de los días que me queden en esta caprichosa vida.

Gracias por haberme dado tanto y perdón por no haber sabido estar a la altura de lo que me demandabas. Gracias por seguir cuidándonos ahora desde "la habitación de al lado", especialmente de Kike y de Alejandra, tus dos amores. De tus padres y de Carlos - mis tíos y mi primo - y de todos y cada uno de nosotros. 



¡Siempre en mi corazón, mi niña, mi prima! 

D.E.P. Nuria Hernández Fernández.