07 diciembre 2012

Inmaculada Concepción de María

El Señor Dios dijo a la serpiente: Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón. (Gn 3,13-14)

El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (Lc 1,26-33)


Son tres las solemnidades propias de la Virgen que tenemos en el calendario universal: el 1 de Enero en el que celebramos su Maternidad; el 15 de agosto en que celebramos su Asunción al cielo y el 8 de diciembre día que celebramos su Concepción Inmaculada.

En cierto sentido resulta sorprendente que celebremos con toda solemnidad la Concepción de María y en cambio, su nacimiento (el 8 de septiembre), que de entrada parecería más destacable y que es una celebración muy anterior, solamente tenga categoría de fiesta. Pero esto es así debido al entusiasmo que la celebración de la Concepción Inmaculada despertó a raíz de la proclamación como dogma por parte del Papa Pío IX, y así se ha mantenido hasta nuestros días.


Pío IX, en efecto, en 1854 proclamó como dogma que María fue preservada del pecado original desde el momento de su concepción. De hecho, esta creencia, con sus discusiones y contradicciones, se había ido abriendo paso en la Iglesia desde la edad media y se fue celebrando en diversos lugares en la fecha del 8 de diciembre, justo nueve meses antes de la fiesta de su nacimiento. Pío IX, con la definición del dogma, la convirtió en objeto de fe para todo el pueblo cristiano. Conviene señalar, por otra parte, que esta fiesta no tiene nada que ver con la virginidad de María: celebramos la concepción de María, no la de Jesús (aunque el evangelio del día corresponda al anuncio del Ángel Gabriel.


Lo más importante hoy, sin embargo, más allá de la formulación del dogma, es mirar a María y descubrir en Ella la imagen de toda la pulcritud, pureza y luminosidad que Dios quiere para todos, y que Ella vivió desde el principio. Es, nuevamente, una promesa de aquello a lo que está destinada nuestra historia de hombres y mujeres en este mundo.

Y, situada la fiesta en medio del tiempo de Adviento, se convierte en un primer anuncia de lo que significa la venida del Hijo de Dios que esperamos. Significa la liberación total y definitiva del pecado. María lo ha vivido de forma plena. Ahora nos invita, a con Esperanza, a esperar con Ella la llegada de aquél que nos abrirá para todos este mismo camino. (Texto de Josep Lligadas)


Bendita sea la Santa e Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.