16 marzo 2010

Semillas para la reflexión - Los Bárbaros y la Fe

LOS BÁRBAROS Y LA FE (Florentino Gutiérrez - Sacerdote)

La Fundación Iberdrola ha editado un magnífico trabajo titulado El Crepúsculo de Europa en el que nuestro pensador Ignacio Sánchez Cámara describe a los nuevos bárbaros en lucha contra toda jerarquía, sabiduría, filosofía y religión.

Estas son palabras suyas: “Hubo un tiempo en el que los bárbaros acechaban, más allá de sus fronteras, a la civilización. Hoy, no es preciso aguardar su invasión, pues llevamos algún tiempo dedicados a forjarlos entre nosotros. Como todo buen bárbaro, éste que hemos cultivado aborrece toda jerarquía y adora la igualación universal. Si alguien no fuera bárbaro, ¿cómo soportaría él seguir siéndolo? El nuevo bárbaro es un hombre adánico, simpático en su primitivismo, que carece de pasado. Posee, a veces, la gracia y la inocencia del niño; también su ignorancia y su peligro. Como pretende estrenar humanidad, no puede soportar a los antepasados (…) La civilización sólo muere a manos de la barbarie. Poco importa que, como antes, los bárbaros acechen más allá de las fronteras, o que, como ahora, sean el producto doméstico de la propia civilización degenerada”.

Ante este planteamiento otoñal, aunque bien condimentado de realismo, me pregunté, preocupado, sobre la posibilidad de evangelizar a hombre tan primitivo. Repasé mis citas que hablan de los bárbaros y encontré un curioso, y esperanzado, contrapunto.

En sus Meditaciones sobre la conversión del mundo, Teilhard de Chardin se preguntaba: “Un día, hace dos mil años, los Papas, diciendo adiós al mundo romano, se decidieron pasar a los bárbaros. ¿No es acaso un gesto semejante y más profundo lo que se requiere también hoy día?”. ¿No son estas palabras hermanas de aquellas otras que el joven profesor de la Sorbona, Federico Ozanam había pronunciado con rotundidad?: “La Iglesia pasa continuamente a los bárbaros”.

¿No nos recuerdan estas palabras, que proclaman abiertamente la fe en el hombre-imagen de Dios, aquellas otras de Pablo VI en la clausura del Concilio Vaticano II?: “Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige no menos la caridad que la verdad; pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor.


El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo, en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores; en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza; sus valores no sólo han sido respetados, sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos; sus aspiraciones, purificadas y bendecidas”.

Sí, intentemos pasar nuestra fe a los nuevos bárbaros. Tengamos Esperanza.