"BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ, PORQUE ELLOS SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS"
“¡Vive la paz antes de hablar de ella!”. Tratando de obedecer a Gustav Thibon me atrevo a plantar unas SEMILLAS para la reflexión sobre esta Bienaventuranza.
1 – La paz en la Escritura:
El Antiguo Testamento, por boca de Isaías, profetizó la restauración de la paz perdida por el pecado: “Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre… «Príncipe de Paz». Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino” (Is 9,5-6).
En el nacimiento de Jesús es mostrada su misión de paz por Lucas: Lc 1, 79. Una vez resucitado, según Juan, nos ofrece la paz: “Al atardecer… se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor” (Jn 20, 19-23). Según Pablo, todos estamos llamados a trabajar por la paz: “Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia… poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” (Ef 4,1-3).
2 – La paz en la Tradición
San León Magno en su sermón 95 sobre las bienaventuranzas afirmaba: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Esta bienaventuranza, amadísimos, no puede referirse a cualquier clase de concordia o armonía humana, sino que debe entenderse precisamente de aquella a la que alude el Apóstol cuando dice: “Estad en paz con Dios”, o a la que se refiere el salmista al afirmar: “Mucha paz tienen los que aman tus leyes y nada les hace tropezar”. Esta paz no se logra ni con los lazos de la más íntima amistad ni con una profunda semejanza de carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la de Dios… Estos son los que obran la paz”.
3 – La paz en el Magisterio
Juan XXIII, en Pacem in terris, escribió: “Entre las tareas más graves de los hombres de espíritu generoso hay que incluir, sobre todo, la de establecer un nuevo sistema de relaciones en la sociedad humana, bajo el magisterio y la égida de la verdad, la justicia, la caridad y la libertad: primero, entre los individuos; en segundo lugar, entre los ciudadanos y sus respectivos Estados; tercero, entre los Estados entre sí, y, finalmente, entre los individuos, familias, entidades intermedias y Estados particulares, de un lado, y de otro, la comunidad mundial. Tarea sin duda gloriosa, porque con ella podrá consolidarse la paz verdadera según el orden establecido por Dios”. El Vaticano II, en Gaudium et spes, dice: “La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia. Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a cabo”.
4 – La paz en la Cultura
Unamuno en el artículo De la correspondencia de un luchador, afirmó: “No me prediques la paz, que la tengo miedo. La paz es la sumisión y la mentira. Ya conoces mi divisa: primero la verdad que la paz. Antes quiero verdad en guerra que no mentira en paz”. Y Chesterton sentenció: “Decir que ha estallado la guerra, es inexacto. La guerra es la situación normal de las cosas. Es la paz la que debe estallar”.
Florentino Gutiérrez. Sacerdote, Salamanca, 1 de enero de 2010