1 – ¿Cuál es la situación de la Iglesia en la sociedad actual?
La confesión sincera de André Frossard, tras su conversión, lo afirma: “Ninguna institución me era tan extraña como la Iglesia católica, ni tan antipática diría, si la palabra no incluyera un matiz de hostilidad que no iba conmigo. Era la Luna, el planeta Marte. Voltaire no me la había elogiado, y yo casi no leía a nadie más que a él y a Rousseau desde mis doce años. No obstante, fue a ella, y a ninguna otra, adonde fui devuelto, remitido o confiado, no lo sé, como a una nueva familia”.
Es la afirmación más rotunda del genial Gilbert K. Chesterton: “Si la fe sólo hubiera sido un capricho del decadente Imperio, ambos se habrían desvanecido en un mismo crepúsculo. Y, si la civilización había de resurgir más tarde (y las hay que no han resurgido), hubiera tenido que ser bajo alguna nueva bandera bárbara. Pero la Iglesia cristiana era el último aliento de la vieja sociedad y el primer aliento de la nueva. Congregó a los pueblos que olvidaban ya cómo se levantaban los arcos, y les enseñó a construir el arco gótico. En una palabra. ¿Cómo afirmar que la Iglesia quiere hacernos retroceder hasta las edades oscuras, cuando a la Iglesia debemos el haber podido salir de ellas? (…) Sé que el catolicismo es demasiado grande para mí, y aún no he explorado todas sus terribles y hermosas verdades. No sé explicar por qué soy católico, pero ahora que lo soy no podría imaginarme de otra manera. Estoy orgulloso de verme atado por dogmas anticuados y esclavizado por credos profundos (como suelen repetir mis amigos periodistas con tanta frecuencia), pues sé muy bien que son los credos heréticos los que han muerto, y que sólo el dogma razonable vive lo bastante para que se le llame anticuado”.
4 – La Iglesia es Esperanza
John Henry Newman, al recibir el nombramiento oficial de cardenal, manifestó su esperanza en la Iglesia: “Así están las cosas en Inglaterra (existe una gran apostasía) y es bueno que todos nos demos cuenta; pero no deben suponer que estoy atemorizado por ello. Lo lamento profundamente porque preveo que puede ser la ruina de muchas almas, pero no tengo el menor temor a que pueda hacer ningún daño a la Palabra de Dios. La cristiandad ha estado demasiadas veces en peligros mortales para que ahora tengamos miedo a una nueva prueba. Lo normal es que a la Iglesia le baste con seguir su camino realizando bien su tarea con paz y confianza, permaneciendo quieta en espera de ver la salvación de Dios”.