Días antes recibimos en nuestros domicilios la convocatoria de la misma, en la cual se incluye hora y fecha de la igualá pero, además, una invitación que hace la Hermandad a todos los costaleros para que desde las 14.00 de la tarde disfrutemos de un aperitivo servido por hermanos y hermanas para nosotros, capataces, auxiliares y costaleros.
Pero lo más significativo, lo más importante para mi, es que en esas más de horas de ratito, convives con tu gente, con la que va a tu lado en los ensayos, en la Estación de Penitencia; con la que se pone adelante o atrás del paso,… Muchos, por distintas circunstancias, solo tenemos ocasión de encontrarnos en estas fechas, con lo que las charlas se producen por cualquier estancia de la casa de hermandad. Encontrarse con mi costero de lujo, el caballero Lucas; o con el Rubio y sus cursos de cocina; con Juan Jesús, con Jorge, y con muchos a los que solo conozco de hablar con ellos, de saludarnos, de darnos un abrazo y dos besos, pero que parece que nos conociésemos de toda la vida. Decir que en esa cuadrilla hay costaleros de distintas hermandades, pero macarenos estamos unos cuantos, que nos conoces de ir a pedir sitio a la Macarena y de la propia hermandad.
Antes de contaros más sobre la propia igualá, quería transmitiros algo personal. El 25 de noviembre pasado me llegó un correo de un tal José Luis, apodado el “Guindi”, quien me felicitaba por un video que yo había realizado en homenaje a los capataces y costaleros. Sinceramente no tenía ni idea de quien era José Luis, pero sus palabras llevaban aparejadas mucho cariño. No eran solo una muestra de agradecimiento, sino que se podía ver que detrás de ella había… lo que solemos denominar como “buena gente o un pedazo de tío”. Posteriormente, a través de otro correo pude descubrir con alegría quien era mi “admirador” desconocido. ¡Como olvidarse de José Luis! En las últimas igualás en Sevilla siempre ha estado ahí, con su cámara, con sus papeles. Y lo mejor, ayudándome a hacer la ropa, como se puede ver en la foto.
Por supuesto que hemos seguido en contacto a través de email, pero ese contacto no era suficiente para mí. De ahí que el sábado estuviese más pendiente de la puerta que en otras ocasiones. Ver entrar al “Guindi” era algo que anhelaba, pues deseaba darle un abrazo enorme y dos besos. Si, los hombres también nos besamos y los costaleros ni os cuento. El cariño es el cariño y cada uno lo demuestra y manifiesta como el Señor le da a entender. ¡Qué grande, José Luis! Fue todo un momentazo el que compartimos. ¡Qué historias más entrañables, tan íntimas y tiernas a la vez! Poco a poco me fuiste regalando un pedacito de ese gran corazón que Dios te ha dado. Joder, que tendréis los sevillanos – las sevillanas también – que tanto me gustáis. Hay que ver lo que es la vida y las cosas que pasan a lo largo de ella, ¿verdad José Luis? (os invito a leer un comentario de José Luis en mi post “Un milagro llamado Macarena”- No hay más esperanza que la que nos regala la Esperanza Macarena).
En definitiva, de nuevo el Señor pone en mi camino - ¿pero qué he hecho yo para merecer tanto, Señor? – a personas que inundan mi corazón, mi alma, de felicidad. Solo te pido a ti, Cristo de Burgos, mi Jesús Despojado, de la Sentencia, del Gran Poder, que cuides de toda esta buena gente, como José Luis, que se entregan a los demás sin condiciones, que viven con pasión este mundo, que regalan su tiempo, sus ratitos libres a echar horas en un sitio o en otro para que todo salga perfecto, poniendo su ilusión, su experiencia, su entrega, pero como Tú quieres, sin que se sepa.
Y la igualá, pues toda una lección del maestro, Antonio Santiago. Algunos pensarán que hablo con pasión de él, y no me importa reconocerlo, pero al César lo que es del César… Las igualás de Antonio Santiago (por cierto, iguala todos los días, ensayos y salida incluidos) no son igualás de pasar el rato. Son de escuadra y cartabón. Con su “nivel de albañil” de privilegio de Dios le ha dado, va colocando a cada “peón” en su sitio hasta cuadrar en enjambre de tíos que nos damos cita, incluidos los que van a pedir sitio. Eso sin contar las palabras introductorias que no dejan a nadie indiferente – “y si no te gusta lo que estoy diciendo, ya sabes…” - Desde la seriedad y disciplina, pero con mucho amor tanto a las personas como a lo que se hace, Antonio pronuncia palabras de bienvenida, palabras para el recuerdo, palabras para los que no pueden estar, palabras para orar…
¿Se puede pedir más? Una cosa: salud para el año que viene y mucha Esperanza para todos.