¡No me dejes, Gran Poder!
“Señor, no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme” (Lc. 23, 28),
así Te debía susurrar aquella mujer, a la que involuntariamente sorprendí
pasando por Tu Talón un sobre cerrado con el anagrama del SAS, así deben pensar
quienes dejan las fotos que aparecen bajo Tu peana cada vez que se mueve, o las
súplicas escritas en papelitos doblados.


“Señor, no merezco molestarte,
pero sólo tu cercanía será suficiente”, debían creer las mujeres que se ganaban
la vida en la Alameda y le rezaban al azulejo de la plaza porque no se atrevían
a entrar en la Iglesia, pobres ignorantes de que Tu sitio está en la mesa de
los pecadores.
¡Quién me ha tocado!,
preguntaste cuando la mujer de las hemorragias acarició por detrás Tu Manto
(Lucas 8 42-45).
¡Quién me ha tocado!, volviste
a preguntar cuando otra mujer acarició por detrás el faldón de tu paso una
Madrugada, pidiéndote por la salud de su Hija.

Texto: Fragmento del Pregón de
2007 de Don Enrique Esquivias de la Cruz
Así será, así ha de ser por
siempre en esta tierra singular y privilegiada, cuyos hijos acudirán ansiosos,
se agruparán expectantes, sobrecogidas sus almas, en torno a la figura sin par
del Nazareno de Sevilla.
Y Tú, Señor, les llevarás hasta
sus corazones contritos el ejemplo de tu inmenso abatimiento, de tu doliente
humanidad.
Porque Sevilla, se te entrega
sin tasa ni medida, precisamente porque en tu Imagen portentosa están
encerradas a un tiempo, todas sus penas y sus miserias, todas sus esperanzas y
sus afanes. Esa es tu fuerza de atracción irresistible. Yo lo he visto muchas
veces, Cristo mío, cuando fui indigno pedestal de tus pies llagados.
Allí, bajo tu paso, en unión
con mis hermanos, fui contigo, Señor, compañero de tu andar valiente y
poderoso. Y, viendo sin ser visto, oí muchas veces, en las madrugadas silenciosas
y frías, las súplicas de un pueblo entero que te venera con entrega total, que
te necesita para vivir.
Los vi, Señor, esperando de tus
labios entreabiertos, que la inmensidad del suplicio no pudieron resecar, las
palabras de perdón y de consuelo.
¡Y cómo te acompañaban con el
susurro de sus oraciones, con sus ruegos hondos y sentidos!
Texto: Fragmento del Pregón de
1980 de Don Miguel Muruve Pérez

¡Ante Ti!
Con el alma hecha jirones,
Con un nudo en la garganta,
Con un mar de sin razones.

¡Ante Ti!
Con la tarea inacabada,
Incompletos mis perdones
Y el dolor hecho palabra
Que habla de sin sabores.

Cuando tiemblan los cimientos
de la vida
Y se oscurece todo el
horizonte.
¿Llegó el final de la partida?


No hay tormenta
Con más grandes nubarrones,
Busco puerto donde atracar
Con todos mis errores.
Texto: Fragmento del Pregón de
2016 de D. Rafael González-Serna


Sentado en los bancos, donde anidan
las promesas.
Pues no hay madera que sepa más de
peticiones,
ni de rezos, ni plegarias, ni oraciones,
de rodillas que se clavan
indefensas
implorando tu clemencia y
bendiciones,
sobre el mármol frío la conciencia
que se empeña en recordarte los
errores.
(Rafael González-Serna)
