24 marzo 2013

Un camino en busca de Nuestra Esperanza - Semana Santa 2013



Iniciamos nuestro caminar en la primera semana de Febrero. La igualá es el punto de partida, pero tiene un plus que la convierte en algo más que ese momento en el que nuestro capataz pone sus manos sobre nuestra cerviz y nos va situando fiel a su experiencia y magisterio hasta completar ese "puzzle de 36 privilegiados" que seremos los pies de la Madre de todos los cristianos en la Madrugada más hermosa del año. Un plus que es fruto del reencuentro, de la suma de sensaciones, de la apertura de nuestros corazones macarenos, del compromiso y la disposición individual y colectiva que nos invita a demostrar que no podemos caer en la autocomplacencia. Que el que seamos o nos consideremos unos elegidos, nos exige darlo todo, o más, si cabe...

Por eso que cada ensayo haya sido un peldaño que hemos ido subiendo, una etapa en ese camino hasta llegar al "punto de salida" en las condiciones más favorables y por todos deseadas. No peco de soberbio si afirmo que cada ensayo ha sido mejor, aunque no perfecto, pero ver las caras de mis compañeros, vuestras caras, es el mejor testimonio que expresa la satisfacción de haber hecho las cosas de verdad, con sentido, con el corazón.

No importa la distancia desde donde nos desplacemos; ni tampoco si estamos cansados tras una larga jornada de trabajo o si hay que madrugar al día siguiente; el frío y la lluvia se han convertido en unos compañeros mas, pero no en un obstáculo. Porque todos teníamos claro cuál era (es) el fin que nos mueve a acudir cada viernes al encuentro con las trabajaderas.

Un encuentro que concluye como lo que somos: costaleros macarenos. Tras la reflexión o valoración necesaria de Antonio Santiago, la oración ha estado presente cada noche. Y tras ella, uno puede retirarse a descansar feliz por haber compartido cuatro horas o más con la gente que quiere, con la que comparte, con la que aprende, con la que se siente y crece como costalero, como cofrade y como macareno.

El viernes pasado cerramos esa parte importante de nuestro trabajo con el retranqueo. Pero lo verdaderamente importante - perdón Antonio por usar tus palabras - está por llegar. Se llama Madrugá del Viernes Santo y es en esa noche, en ese amanacer sevillano, en esa mañana macarena donde las haya, en la que no dudo que todos, sin excepción, sabremos estar a la altura de lo que exige ser miembros de una hermandad como la nuestra, costaleros de la Madre de Dios, macarenos de alma y de corazón, y los pies de quien no se cansará de repartir su Bendita Esperanza a lo largo de las más de doce horas de Estación de Penitencia.

Gracias a vosotros, mis compañeros y hermanos; a cuantos nos habéis acompañado cada noche en los ensayos, a quienes nos habéis animado y alentado con vuestras palabras de cariño. Gracias a ti, Jesús de la Sentencia por darnos tu Amor incondicionalmente y el Espíritu que nos ayuda a ser mejores personas Y gracias, María Santísima de la Esperanza Macarena, por estar siempre en nuestro corazón, en los momentos dificiles, de necesidad, de abatimiento; por enseñarnos el camino que nos lleva hasta tu Hijo; por ser el mejor modelo y espejo en quien mirarnos y por permitirnos llevar tu nombre por todos los rincones del mundo.