La tarde-noche del domingo 20 de Junio de 2010 pasará a la historia de la hermandad sevillana ubicada en la plaza de San Lorenzo como una de las fechas más tristes que se recuerden.
El periódico ABC, en su sección dedicada a la capital hispalense, reflejaba la noticia con las siguientes palabras:
Sevilla vivió anoche un auténtico “shock”; uno de esos hechos que tocan las entrañas de la ciudad, sus bases, su rico patrimonio sentimental: el Gran Poder, el Señor de Sevilla, fue atacado durante la misa en su basílica por un individuo que acabó arrancándole a la imagen parte de la túnica, de la camisa y el brazo derecho, descolgado de su articulación. Fue al final de la misa de las 20.30. Según narró el propio hermano mayor de la Hermandad del Gran Poder, Enrique Esquivias, minutos después del incidente, un hombre “de aspecto normal y de unos 40 años” se acercó a la parte trasera del camarín, realizando el recorrido del habitual besapié, que es permanente en el Gran Poder. Nadie vio nada extraño en su comportamiento, pero al llegar a los pies del Cristo, esta persona dejó en el suelo la mochila que portaba, comenzó a dar patadas al pedestal y se agarró a la manga de las vestiduras del Señor, tirando con fuerza de ellas en repetidas ocasiones. De hecho, llegó a encaramarse sobre el propio camarín, agarrando directamente la imagen, hasta acabar arrancando el brazo derecho. Además, propinó a la talla, enfurecido, algunos golpes.
En ese momento, y en pleno ataque de histeria de muchos de los presentes, el sujeto fue reducido por un par de agentes de paisano de la Policía Nacional que, casualmente, se encontraban en el templo en ese momento. Al ser interceptado, ya en la sacristía, este hombre aseguró a los policías que había atacado al Gran Poder porque se consideraba “el hijo de Dios” y que traía “un mensaje”.
Bien, esta es en síntesis la crónica de la noticia. Noticia que corrió como la pólvora entre los hermanos, entre los círculos cofrades, y de la que se han hecho eco todos los medios de comunicación, tanto escritos como hablados, o de la propia red.El periódico ABC, en su sección dedicada a la capital hispalense, reflejaba la noticia con las siguientes palabras:
Sevilla vivió anoche un auténtico “shock”; uno de esos hechos que tocan las entrañas de la ciudad, sus bases, su rico patrimonio sentimental: el Gran Poder, el Señor de Sevilla, fue atacado durante la misa en su basílica por un individuo que acabó arrancándole a la imagen parte de la túnica, de la camisa y el brazo derecho, descolgado de su articulación. Fue al final de la misa de las 20.30. Según narró el propio hermano mayor de la Hermandad del Gran Poder, Enrique Esquivias, minutos después del incidente, un hombre “de aspecto normal y de unos 40 años” se acercó a la parte trasera del camarín, realizando el recorrido del habitual besapié, que es permanente en el Gran Poder. Nadie vio nada extraño en su comportamiento, pero al llegar a los pies del Cristo, esta persona dejó en el suelo la mochila que portaba, comenzó a dar patadas al pedestal y se agarró a la manga de las vestiduras del Señor, tirando con fuerza de ellas en repetidas ocasiones. De hecho, llegó a encaramarse sobre el propio camarín, agarrando directamente la imagen, hasta acabar arrancando el brazo derecho. Además, propinó a la talla, enfurecido, algunos golpes.
En ese momento, y en pleno ataque de histeria de muchos de los presentes, el sujeto fue reducido por un par de agentes de paisano de la Policía Nacional que, casualmente, se encontraban en el templo en ese momento. Al ser interceptado, ya en la sacristía, este hombre aseguró a los policías que había atacado al Gran Poder porque se consideraba “el hijo de Dios” y que traía “un mensaje”.
Se trata, sin duda, de un hecho cuando menos lamentable y deplorable, que para los hermanos y devotos del Señor del Gran Poder, seamos o no de Sevilla, tiene una importancia radicalmente distinta a la de cualquier otra persona. Pues detrás de la venerada imagen del Señor se esconden muchos momentos de oración, de plegarias, de gratitud, de promesas y ofrendas,… Detrás del Señor del Gran Poder está nuestra más profunda y sincera manifestación de fe, están nuestras raíces cristianas.
Mucho se ha escrito en foros, en artículos de opinión; mucho se ha hablado al respecto de lo ocurrido y miles han sido las reacciones. La noche del domingo, cuando en Salamanca nos enteramos de lo ocurrido, los chats echaban humo. La mayoría de las reacciones y manifestaciones no son apropiadas de reproducir en este blog, pero podéis imaginaros hacia quién iban dirigidas y de qué modo.
Pero hubo una diferente a todas, tanto en la forma como en el fondo. Y no podía ser otra que la realizada por mi buen amigo y secretario de la Hermandad de Jesús Despojado de Salamanca, Oscar García. Él fue el único que reparó en que la persona que “atentó” contra el Señor de Sevilla debía ser una persona con problemas psíquicos. “¿Qué le habrá pasado por la mente de este hombre para actuar así?” Me preguntó Oscar. “¿La muerte de un familiar, un despido laboral, o tal vez un perturbado mental? Que el Señor le perdone”. Estas fueron sus palabras, ésta fue su reacción.
Y creo que así debe ser. Más allá del arrebato del momento; más allá de las reacciones viscerales que nos pueda producir tan vil acto; más allá de la impotencia que nos invada nuestra mente, las palabras de Oscar García han de ser nuestro modelo de reacción como verdaderos cristianos. Estoy seguro de que el Señor, en su infinito Gran Poder y Misericordia, intercedió ante el Padre para que esta persona fuese redimida de su falta, de la misma manera que lo hizo en la Cruz antes de morir.
Cuestión a parte es la justicia de los hombres, la justicia civil o penal. No voy a entrar a si es un atentado contra el patrimonio, que seguramente lo será; tampoco seré yo quien determine su estado mental, pues para eso hay profesionales. De lo que si estoy convencido es de que si ha de pagar por su acto, será así.
Lo importante ahora, a mi juicio, está en restaurar los daños materiales, que a priori no parecen ser muchos según las noticias de los restauradores y que el Señor pueda estar de nuevo al culto de todos los que sentimos nuestra devoción por El. Estoy seguro, porque ya ha dado pruebas de ello, que la Junta de Gobierno que preside Enrique Esquivias, adoptará las medidas necesarias para prevenir hechos como éste. Y lo hará de una sola forma: “como se hacen las cosas en la Hermandad del Gran Poder”.
En definitiva, sin querer entrar en si se le da más importancia a un atentado a una Imagen del Señor que a otros acontecimientos de nuestra vida; sin querer entrar en debates interesados sobre si la Iglesia es o no merecedora de ellos; sin querer entrar en si las cofradías y hermandades han de proteger más o menos a sus Imágenes Titulares,… concluyo con mi solidaridad hacia la corporación de San Lorenzo, haciendo votos para que hechos como éste no se vuelvan a reproducir nunca más y enviando un cariñoso abrazo a todos los hermanos y hermanas del Gran Poder - en especial a mi querido amigo y hermano Antonio Vargas - los cuales estoy convencido de que dirigidos por su Junta de Gobierno, sabrán estar a la altura de las circunstancias.