El permanente “desarrollo”, o “progreso”, es una verdadera meta para el hombre de hoy. Está bien. Todos llevamos dentro la “vocación” del desarrollo o progreso vital. No puede ser de otra manera, es la fuerza que nos hace avanzar.
Benedicto XVI, en diálogo con los hombres de nuestro tiempo, nos habla también del desarrollo y, con cierta originalidad, lo entiende en su relación con Dios. Encontramos sus palabras en la encíclica Cáritas in Veritate, nº 29. Sinteticemos su aportación.
1 – Dios es el garante del verdadero desarrollo
Comienza, sin ningún complejo, introduciendo a Dios en el tema. “Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto, habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de «ser más». El ser humano no es un átomo perdido en un universo casual, sino una criatura de Dios, a quien Él ha querido dar un alma inmortal y al que ha amado desde siempre. Si el hombre fuera fruto sólo del azar o la necesidad, o si tuviera que reducir sus aspiraciones al horizonte angosto de las situaciones en que vive, si todo fuera únicamente historia y cultura, y el hombre no tuviera una naturaleza destinada a transcenderse en una vida sobrenatural, podría hablarse de incremento o de evolución, pero no de desarrollo”.
Comienza, sin ningún complejo, introduciendo a Dios en el tema. “Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto, habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de «ser más». El ser humano no es un átomo perdido en un universo casual, sino una criatura de Dios, a quien Él ha querido dar un alma inmortal y al que ha amado desde siempre. Si el hombre fuera fruto sólo del azar o la necesidad, o si tuviera que reducir sus aspiraciones al horizonte angosto de las situaciones en que vive, si todo fuera únicamente historia y cultura, y el hombre no tuviera una naturaleza destinada a transcenderse en una vida sobrenatural, podría hablarse de incremento o de evolución, pero no de desarrollo”.
2 – La negación de Dios, causa de subdesarrollo
Luego saca las consecuencias de su premisa: Si negamos a Dios, la vida se conducirá irremediablemente hacia el subdesarrollo. Así lo enseña: “Hay otro aspecto de la vida de hoy, muy estrechamente unido con el desarrollo: la negación del derecho a la libertad religiosa”. El Papa contempla tristemente esta realidad. Puede llagar cuando se niega a Dios por un doble motivo:
Luego saca las consecuencias de su premisa: Si negamos a Dios, la vida se conducirá irremediablemente hacia el subdesarrollo. Así lo enseña: “Hay otro aspecto de la vida de hoy, muy estrechamente unido con el desarrollo: la negación del derecho a la libertad religiosa”. El Papa contempla tristemente esta realidad. Puede llagar cuando se niega a Dios por un doble motivo:
1º - Por el fanatismo religioso: “La violencia frena el desarrollo auténtico e impide la evolución de los pueblos hacia un mayor bienestar socioeconómico y espiritual. Esto ocurre especialmente con el terrorismo de inspiración fundamentalista, que causa dolor, devastación y muerte, bloquea el diálogo entre las naciones y desvía grandes recursos de su empleo pacífico y civil”.
2º - Por la indiferencia religiosa: “Se ha de añadir que, además del fanatismo religioso que impide el ejercicio del derecho a la libertad de religión en algunos ambientes, también la promoción programada de la indiferencia religiosa o del ateísmo práctico por parte de muchos países contrasta con las necesidades del desarrollo de los pueblos, sustrayéndoles bienes espirituales y humanos”.
3 – Estados promotores del subdesarrollo
Concluye el Papa Ratzinger con una denuncia a los gobiernos que promueven el subdesarrollo. Lo pueden hacer, o lo hacen de hecho, por cualquiera de estos dos motivos:
1º – Por la imposición de un ateismo práctico: “Cuando el Estado promueve, enseña, o incluso impone formas de ateísmo práctico, priva a sus ciudadanos de la fuerza moral y espiritual indispensable para comprometerse en el desarrollo humano integral y les impide avanzar con renovado dinamismo en su compromiso en favor de una respuesta humana más generosa al amor divino”.
2º – Por la imposición de costumbres inmorales: “También se da el caso de que países económicamente desarrollados o emergentes exporten a los países pobres, en el contexto de sus relaciones culturales, comerciales y políticas, esta visión restringida de la persona y su destino.
Éste es el daño que el «superdesarrollo» produce al desarrollo auténtico, cuando va acompañado por el «subdesarrollo moral».
Que el Señor nos ayude a caminar por el auténtico desarrollo y verdadero progreso.
Florentino Gutiérrez. Sacerdote Salamanca, 20 de junio de 2010