Si el refrán dice que “el oro hace soberbios, y la soberbia, necios”, Don Bosco sentencia: “El principio de todo vicio es la soberbia”. Detengámonos en este pecado.
1.- La soberbia en la Escritura:
El libro de los Proverbios dice: “Yahvéh destruye la casa de los soberbios, y mantiene en pie los linderos de la viuda” (15, 25). El libro del Eclesiástico se detiene más en el orgullo: “Odioso es al Señor y a los hombres el orgullo… ¿Por qué se enorgullece el que es tierra y ceniza?... El comienzo del orgullo del hombre es alejarse del Señor, cuando de su Hacedor se apartó su corazón. Que el comienzo del orgullo es el pecado, el que se agarra a él vierte abominación. Por eso les dio el Señor asombrosos castigos, y los abatió hasta aniquilarlos. Los tronos de los príncipes los volteó el Señor, y en su lugar sentó a los mansos. Las raíces de los orgullosos las arrancó el Señor, y en su lugar plantó a los humildes” (10, 7-15). Ya en el Nuevo Testamento, María canta: “Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios de corazón. Derribó a los potentados de los tronos y exaltó a los humildes” (Lc 1, 51-52). Y Santiago ratifica: “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Sant 4, 6).
2.- La soberbia en la Tradición:
Santo Tomás, confirmando la opinión de San Gregorio, consideraba a la soberbia como la reina de todos los vicios. Al darle esta preeminencia lo toma en su significado más formal y completo. Entiende que es esa estructura mental en la que un hombre, a través del amor a la propia valía, aspira a alejarse de la sujeción a Dios Todopoderoso y no hace caso de las órdenes de los superiores. San Agustín afirmó lo siguiente: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. San Jerónimo comentó: “No se le acusa en la Sagrada Escritura (al rico Epulón) de poseer sus riquezas inicuamente, ni que derrochó con meretrices, ni de ser homicida o de haber cometido cualquier otro crimen, sino que, si examinas lo que está escrito en el Evangelio, verás que su mayor pecado, entre todos los pecados, fue la soberbia: en su hartura y abundancia no tuvo conmiseración con aquel que yacía ante sus puertas cubierto de úlceras”.
3.- La soberbia en el Magisterio:
El Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1866, nos sitúa la soberbia como el primero de los pecados capitales: “Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser comprendidos en los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a S. Juan Casiano y a S. Gregorio Magno. Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Entre ellos soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, pereza”. Más adelante señala a la soberbia como fuente de otros pecados: “El odio a Dios tienen su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega o lo maldice porque condena el pecado e inflige penas” (nº 2094); “La envidia procede con frecuencia del orgullo” (nº 2540).
4.-La soberbia en la Cultura
He aquí un mosaico de opiniones sobre la soberbia: Francisco de Quevedo y Villegas, escritor español: “Ruin arquitecto es la soberbia; los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos”. “Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla”. Nicolás Maquiavelo, historiador y político italiano: “La naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad”. Por fin, Martín Lucero, expuso: “Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida profunda”.