Aún no ha amanecido y los hermanos y hermanas de la Hermandad de la Macarena se acercan a la verja de la Basílica de la Esperanza Macarena. Son las 7:00 de la mañana. El frío se hace presente en el diciembre sevillano, pero no les importa. La emoción de poder estar unos segundos frente a la Madre de Dios es superior a cualquier circunstancia terrenal. Ella les dará calor, en forma de Esperanza, esa esperanza que tanto tiempo llevan anhelando y necesitando.
Trabajadores de todo tipo, escolares y universitarios, jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, van pasando entre los paneles de metacrilato hasta llegar a la alfombra que, bajo sus pies, se convierte en un mar de sentimientos incontrolados. La Esperanza aguarda su presencia y sus corazones lo saben. Fijan su mirada en la suya mientras escuchan el manido sonsonete (en ocasiones necesario) de “por favor, vayan pasando, no se paren”. Pero no les importa. Ella, sólo Ella, es la protagonista de su voz interior. ¡Su Esperanza Macarena!
Tras presentarme ante Ella y soltarle “mis letanías” de costumbre, me queda una sensación contradictoria. ¡Quiero más! Mi corazón se ha llenado de Amor y de Esperanza, pero mi egoísmo pide más. ¿Cómo explicar que la presencia de María de la Esperanza Macarena en mi corazón es el motor que da sentido a mi vida? No exagero. Por supuesto que hay otras muchas personas que dan sentido a mi vida: mi mujer, mis hijos, mis nietas, mi familia y una larga lista de buena gente y gente buena, pero la Esperanza es de otra dimensión que, solo los que le profesamos nuestra fe y devoción, somos capaces de expresar con palabras.
Pido permiso a dos miembros de la junta de gobierno para poder hacer fotografías. Y ello me llena de consuelo, pues puedo estar más tiempo mirándola. Y, entre foto y foto, completo todo aquello que me ha quedado en el tintero cuando he pasado ante Ella. Fotografías que hoy comparto contigo, especialmente para ti que este año no has podido estar con tu Esperanza todo el tiempo que deseabas o, incluso, por circunstancias adversas te ha resultado irrealizable tu desplazamiento hasta la basílica.
Son cerca de las 8:45, la hora que marca el fin de la veneración para los hermanos. Recojo mis bártulos y me encamino a salida. Me vuelvo, la miro, me ve entre tantas cabezas y le prometo volver. Promesa que cumplo, junto a mi Pilar de Esperanza, participando en su Función Solemne con motivo de su festividad. Función en la que, como es costumbre, no estábamos todos los somos, pero si somos todos los que estábamos y de la que salí nuevamente lleno de Esperanza pues, además del Amor de la Santísima Virgen Macarena, la Palabra se hizo presente a través de monseñor Juan José Asenjo, arzobispo emérito de Sevilla, a quien agradezco sus palabras, su magisterio, sus enseñanzas para quienes tuvimos la ocasión y la dicha de escucharle.