14 marzo 2021

Solemne Septenario en honor a María Santísima de la Esperanza Macarena (Sevilla 2021)

Virgen dolorosísima, Vos sois la Esperanza de los cristianos; acoged la súplica de un pecador que os ama tiernamente, honra de un modo especial y pone en Vos la Esperanza de su salvación. Yo os debo la vida, Vos me volveréis a alcanza la gracia de vuestro Hijo; Vos sois la prenda cierta de mi salvación. 


ORACIÓN PARA EL PRIMER DÍA DEL SEPTENARIO

Dulcísima María, no una espada, sino tantas espadas como pecados he cometido, he añadido a vuestro corazón. Las penas no deben recaer sobre Vos, que sois inocente, sino sobre mí, que he cometido tantos crímenes.

Pero ya que Vos habéis querido padecer tanto por mí, alcanzadme por vuestros méritos dolor de mis culpas y paciencia para sufrir los trabajos de esta vida, que siempre serán ligeros comparados con mis desméritos, pues por ellos tantas veces me hice acreedor al infierno. Amén.

Me aflijo, Madre Mía, de Vos por la segunda espada que atravesó tu corazón al ver a vuestro inocente Hijo, que apenas había nacido y era ya perseguido de muerte por aquellos mismos hombres por quienes había venido al mundo, viéndoos obligada a huir a Egipto de noche y ocultamente.

Por los trabajos que sufristeis siendo una delicada doncella en compañía de Jesús durante aquel penoso viaje por países ásperos y solitarios, y mientras habitasteis en Egipto, en donde siendo desconocidos y forasteros vivisteis todos aquellos años pobres y despreciados, os pido, Madre mía, que me alcancéis la gracia de sufrir con paciencia en vuestra compañía hasta la muerte los trabajos de esta vida miserable, para que en la otra pueda librarme de los eternos tormentos que he merecido. 






ORACIÓN PARA EL SEGUNDO DÍA DEL SEPTENARIO

¡Oh, María! Después que ha sido inmolado vuestro Hijo por mano de los hombres que le han perseguido hasta la muerte, prosiguen estos ingratos todavía con sus pecados ofendiéndole, y afligiéndoos a Vos, dolorosa Madre. Yo he sido uno de éstos; pero Madre mía, alcanzadme lágrimas para llorar tanta ingratitud.

Por el trabajo que sufristeis en el viaje a Egipto, asistidme con vuestro auxilio en el viaje que estoy haciendo hacia la eternidad, para que pueda ir con Vos a amar mi perseguido Jesús en la patria de los bienaventurados. Amén.

Me compadezco, Madre mía, de Vos por la tercera espada que hirió vuestro corazón, cuando perdisteis a vuestro querido Hijo Jesús, el cual permaneció separado de Vos en Jerusalén por espacio de tres días.

Entonces, no viendo junto a Vos a vuestro querido Hijo e ignorando la causa de su ausencia, no sosegasteis durante toda aquella noche, suspirando continuamente por el que era todo vuestro amor.

Por los suspiros de aquellos tres días, tan amargos para Vos, os ruego que me alcancéis la gracia de no perder a mi Dios, a fin de que viva abrazado siempre con Él en este mundo y consiga llegar al cielo empíreo para alabarle eternamente.









ORACIÓN PARA EL TERCER DÍA DEL SEPTENARIO

Virgen Amantísima, Vos suspiráis por Jesús, Vos que solo amáis a Jesús. Dejadme suspirar por Él a mí y a tantos pecadores que no le aman y con sus ofensas le han perdido.

Madre mía, si por falta mía vuestro Hijo no ha vuelto todavía a mi alma, haced Vos que yo le halle. Yo bien sé que se deja hallar de quien le busca, más haced que yo le busque como debo.

Vos sois la puerta por la cual todos hallan a Jesús, por Vos espero hallarle yo también. Amén.

Dolorosa Virgen, Madre mía, mi alma se llena de tristeza al considerar la cuarta espada que traspasó vuestro corazón al ver a Jesús condenado a muerte, atado con cuerdas y cadenas, cubierto de sangre y llagas, con una corona de espinas en la cabeza, cayendo tres veces bajo el madero de la cruz, que llevaba sobre sus delicados hombros, yendo a morir por nosotros como un inocente cordero.

Entonces se encontraron los ojos de ambos y vuestras miradas se convirtieron en otras tantas crueles saetas, con las cuales al mismo tiempo heristeis a los corazones enamorados de Jesús y de Vos.

Por este terrible dolor, os suplico que me alcancéis la gracia de vivir resignado a la voluntad de Dios, llevando con alegría mi cruz en compañía de Jesús hasta el último aliento de mi vida. 



ORACIÓN PARA EL CUARTO DIA DEL SEPTENARIO

Madre mía dolorosísima. Por el mérito de aquel dolor que sufristeis viendo conducir a la muerte a vuestro dulce Jesús, alcanzadme la gracia de llevar con paciencia las cruces que Dios me envía.

Feliz sería si supiera acompañaros con mi cruz hasta la muerte. Vos y Jesús, siendo inocentes, habéis llevado una cruz pesada, y yo pecador, que he merecido el infierno, ¿rehusaré la mía?

¡Oh Virgen dolorosa! Espero que Vos me ayudaréis a sufrir las cruces con paciencia y resignación. Amén.

Me lleno de tristeza, Madre mía dolorosa, al ver la quinta espada que cruzó vuestro corazón, cuando en el monte Calvario presenciasteis la muerte lenta de Jesús, entre suspiros y desprecios en el duro lecho de la cruz, sin poderle dar el más mínimo consuelo que se concede al morir aún a los más malvados.

Os ruego, Señora, por la angustia que padecisteis junto con vuestro hijo agonizante, y por la ternura que experimentasteis cuando Él os habló por última vez desde la cruz y se despidió de Vos, dejándoos por Madre de todos los hombres en la persona de San Juan. Y Vos, constante allí, le visteis después de inclinar la cabeza y expirar, os suplico me alcancéis la gracia de que viva crucificado por vuestro amor, a fin de que pueda consagrarme toda mi vida a Dios y entrar después en el cielo a gozar de su presencia.








ORACIÓN PARA EL QUINTO DÍA DEL SEPTENARIO

Madre Mía, ha muerto Jesús, ese Hijo que tanto os amaba. Llorad, que tenéis razón para ello. ¡Quién pudiera consolaros! Nada puede daros consuelo sino el pensar que Jesús con la muerte ha vencido al infierno, ha abierto el cielo, que estaba cerrado para los hombres, y ha conquistado tantas almas.

En aquel trono de la cruz reinará sobre tantos corazones que vencidos de su amor le servirán con amor. Dejadme acercar a Vos para llorar en vuestra compañía, para llora con más motivo mis pecados, causa de la muerte de Jesús. Madre mía, por la muerte de mi Redentor y por los méritos de vuestros dolores, espero el perdón y la salvación eterna. Amén.

Me compadezco de vos, Madre afligida, por la sexta espada que os traspasó al ver herido de parte a parte el dulce corazón de vuestro Hijo ya difunto, y muerto por aquellos ingratos que ni aún después de su muerte habían cesado de atormentarle.

Por este cruel dolor, que sólo Vos sufristeis, os suplico me alcancéis la gracia de que pueda habitar en el corazón de Jesús herido y abierto, por mí, en aquel corazón donde se halla la verdadera morada del amor, donde reposan todas las almas amantes de Dios, y en donde viviendo yo, no pienso en otra cosa, ni ame más que a Dios. 








ORACIÓN PARA EL SEXTO DÍA DEL SEPTENARIO

¡Oh, Virgen afligida! Compadeceos de mí que lejos de haber amado a Dios, no he hecho más que ofenderle.

Vuestros dolores me animan en gran manera a esperar el perdón; pero esto no me basta. Yo quiero amar a mi Señor, ¿y quién me podrá conseguir esta gracia mejor que Vos, que sois la Madre del amor hermoso?

¡Oh, María! Vos consoláis a todos, consoladme también a mí.

Dolorosa Virgen María, por la séptima espada que atravesó vuestro corazón mi alma se aflige, al ver en vuestros brazos a tu querido Hijo Jesús difunto, no ya hermoso y cándido como lo recibisteis en el establo de Belén, sino ensangrentado, lívido y cubierto de heridas, que le dejaban los huesos descubiertos, diciéndole entonces: Hijo mío ¿a qué estado te ha reducido el amor? Y cuando le llevaban al sepulcro quisisteis acompañarle y colocarle en él con vuestras manos hasta que, dándole el último adiós, dejasteis allí vuestro amante corazón sepultado con vuestro Hijo. Por los muchos martirios que sufrió vuestra hermosa alma, alcanzadme el perdón de las ofensas que he hecho a mi Dios, de las que me arrepiento de todo corazón. Defendedme de las tentaciones y asistidme a la hora de mi muerte, a fin de que salvándome por los méritos de Jesús y vuestros vaya un día, con vuestra ayuda, después de este miserable destierro, a cantar en el cielo las alabanzas de Jesús y las vuestras, por toda la eternidad.








ORACIÓN PARA EL SÉPTIMO DÍA DEL SEPTENARIO

Virgen Madre de Dios y Madre mía, haced que tenga presente constantemente la pasión de Jesucristo y vuestros santos dolores, a fin de que todos los días de mi vida los emplee en llorar esos dolores y los de mi Redentor Jesucristo. Espero que estos dolores en la hora de mi muerte me darán confianza y fortaleza para no desesperarme a la vista de las ofensas que he cometido contra mi Señor. Estos me han de alcanzar el perdón, la perseverancia y el cielo, en donde espero regocijarme después con Vos, y cantar las misericordias infinitas de mi Dios por toda la eternidad. Amén. 







Textos extraídos de la web oficial de la Hermandad de la Macarena de Sevilla