01 noviembre 2016

Día de Todos los Santos - Soledad y Liberación en el campo santo salmantino

El día 1 de Noviembre, Día de Todos los Santos, los cristianos honramos a nuestros difuntos. Los cementerios, como el de San Carlos Borromeo de Salamanca, se llenan de gentes que desean acercarse hasta las sepulturas de sus seres queridos para depositar flores sobre ellas, orar o, sencillamente, hablar tranquilamente con quienes han partido al encuentro de Dios. Personalmente me gusta hacer las tres cosas: hablo con mi padre sobre cómo “está el patio”, le pido ayuda ya que él está cerca del Señor del Gran Poder, el que todo lo puede, deposito mis flores o una estampa de la Virgen de la Esperanza y me despido con una oración de gracias.

Otro de los motivos que me lleva hasta el campo santo salmantino es la presencia en Solemne Besapiés del Santísimo Cristo de la Liberación perteneciente a la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz. Es una oportunidad única para acercarse al “Cristo Yacente” del cementerio, contemplarlo de cerca, mirarle y sentir su presencia en mi corazón. Junto a Él, la Madre de la Soledad, una de las tallas primitivas de la hermandad de dicho nombre, sobria, austera, castellana por los cuatro costados. Ambos, junto a otras imágenes, se encuentran en la capilla ubicada en el propio cementerio y que a lo largo del día es destino de muchos para participar de la eucaristía.

Hoy, a diferencia de otros años, Salamanca amaneció con un sol radiante que me invitaba a pasear entre las tumbas – otros gustan de celebrar Halloween, tradición que se aleja de mis creencias – y a la par que visitar a otros amigos o familiares difuntos he querido fijarme en detalles que permanecen adheridos a las sepulturas o nichos desde hace décadas.

Puede que alguno de vosotros penséis que acudir al cementerio de este modo es un tanto morboso. Nada más lejos de la realidad. Contemplar las inscripciones de las lápidas o las imágenes del Señor o de la Santísima Virgen junto a ellas, me hace reflexionar sobre quién soy, de dónde vengo y a dónde terminaré. Todo ello desde la más absoluta rotundidad de que en esta vida estamos de paso, pues el único a temporal es precisamente El, quien con su Santísima Liberación, nos ofrece la Resurrección de nuestra alma tras la muerte. En definitiva, pasear por el campo santo es otra manifestación de nuestra fe, esa otra estación de penitencia que forma parte de nuestra tradición cristiana.

Para terminar, no te oculto que hay inscripciones que encogen mi corazón. Todas y cada una de ellas son una expresión de Amor, amor del que tanto nos cuesta hablar, pero que todos de un modo u otro, tenemos presente en el recuerdo diario de todos esos “santos” que ya no están entre nosotros, físicamente hablando.

De este modo, con la Esperanza de que El Señor obrará su infinita Misericordia en nosotros, para que podamos cumplir sus designios tanto a lo largo de nuestra vida como a la hora de nuestra muerte, me alejo con paso lento no sin antes cumplir con la última tradición del día: comprar la típica rosca de anís con la que endulzar un poco los momentos amargos. 

































"Te recordaremos por tus buenos actos, ya que sería imposible recordar alguno de tus fallos, demasiado perfecto para este mundo"






"Las obras de arte sólo se entienden cuando sus artistas ya no están. 
Y eso nos pasará con tu vida y todo lo que representa aun sin estar entre nosotros"




"Las personas con las que compartes tu vida, te marcan 
y aunque ya no estén contigo una parte de ellos siempre permanecerá en tu corazón"






"No estaré triste porque te fuiste, me alegraré por cada mirada que me diste 
y su imborrable recuerdo"




"Tengo presente tu rostro y tu voz y siempre las tendré 
aunque pase el tiempo y no te encuentres entre nosotros"






"Una vida es poco para todas las cosas que me hubiera gustado vivir contigo. 
Ojalá pueda reencontrarme contigo"








"La familia no te olvidará y sé que estés dónde estés estarás bien, 
porque fuiste una de las mejores personas del mundo"