18 noviembre 2014

Formación Cofrade - LITURGIA (XX) - EL CANTO Y LA MÚSICA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

El canto tiene el deseo de hacer participar al pueblo en los actos litúrgicos.

La función de un coro en la celebración litúrgica, al igual que el resto de la música, tiene varias vertientes:
  • Función ornamental y artística.
  • Función dinámica, ya que sirve para unir los corazones.
  • Favorece la participación, como consecuencia de lo anterior.
  • Tiene una dimensión evangelizadora y misionera.
  • Función ministerial, ya que se encuentra al servicio de la acción litúrgica.


Las características que debe cumplir la música litúrgica o ritual como últimamente se la llama deben ser: santidad, bondad de formas y universalidad.

No obstante lo anteriormente dicho, el canto del coro debe tener un principio rector: que no excluya nunca el canto del pueblo, ya que los fieles no vamos a la Asamblea para oír conciertos que otros interpretan sino a participar. 

No se debe confiar al coro el canto de todo el “propio” y todo el “ordinario” de la Misa excluyendo al pueblo de la participación activa. Hay partes de la Misa que siempre deberían ser cantadas: me refiero a la antífona de respuesta al Salmo y el propio Salmo así como el Sanctus. Recitar el salmo equivale a recitar un villancico en vez de cantarlo. 

En la Misa, el pueblo puede cantar: el canto de entrada, la respuesta al saludo inicial, el canto de aspersión cuando lo hay, los Kyries, el Gloria, el Amen conclusivo de la oración Colecta, el salmo responsorial, el Aleluya, el Credo, la respuesta a la Oración de los fieles, durante la presentación de las ofrendas, el diálogo del Prefacio, el Sanctus, las aclamaciones a la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo, el Padrenuestro, su aclamación el Cordero de Dios, durante la comunión y en la bendición. 


Lo anterior no impide que en ocasiones muy solemnes pueda y deba cantar una coral o capilla e incluso algún solista. También, el rector del templo y el equipo de liturgia deben estar coordinados con los cantores, para que no se produzcan interferencias mutuas. 

Los principales documentos sobre la música litúrgica que el S. XX nos ha dejado son varios. Podemos citar: 
  • El motu propio Tra le Sollecitudini de san Pío X (22-11-1903)
  • La encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-12-1955)
  • La Instrucción sobre la Música sagrada de la Sagrada Congregación de Ritos (3-9-1958)
  • La Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II, la cual dedica su capítulo VI a la música.
  • Como documento postconciliar destacaremos la instrucción Musicam Sacram (5-3-1967) 


Para terminar podemos citar también las orientaciones que sobre música litúrgica nos da el Misal Romano (OGMR), el Orden de las Lecturas de la Misa (OLM), la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH), el Ceremonial de los Obispos y la Instrucción sobre La Liturgia romana y la Inculturación (25-1-1994) así como el Cantoral Litúrgico Nacional, que recoge los principales cantos de la Misa para los diferentes tiempos litúrgicos y otros temas. 

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La música sagrada es aquella que, creada para la celebración del culto divino, posee cualidades de santidad y de perfección de formas. La música sacra será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados. 

La música sagrada tiene el mismo fin que la liturgia, o sea, la gloria de Dios y la santificación de los fieles. La música sagrada aumenta el decoro y esplendor de las solemnidades litúrgicas. “La música sacra – dirá el papa Juan Pablo II- es un medio privilegiado para facilitar una participación activa de los fieles en la acción sagrada”. 

La música no debe dominar la liturgia, sino servirla. En este sentido, antes de San Pío X se celebraban muchas misas con orquesta, algunas muy célebres, que se convertían a menudo en un gran concierto durante el cual tenía lugar la Eucaristía. Ya se desvirtuaba la finalidad profunda de la música litúrgica, la gloria de Dios. Amenazaba la irrupción del virtuosismo, la vanidad de la propia habilidad, que ya no está al servicio del todo, sino que quiere ponerse en un primer plano. 


Todo esto hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que quiere emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase atrapado en lo operístico, recordando de nuevo aquellos peligros que, en su día, obligaron a intervenir al concilio de Trento, que estableció la norma según la cual en la música litúrgica era prioritario el predominio de la palabra, limitando así el uso de los instrumentos. 

Géneros de música sagrada que se permiten en la Iglesia:

San Pío X ofreció como modelo de música litúrgica el canto gregoriano, porque servía a la liturgia sin dominarla. Tras el concilio Vaticano II, con la introducción de la lengua del pueblo en la celebración, la música cambió y se buscaron otras melodías diferentes al gregoriano. Sin embargo, el principio de que el canto debe servir a la liturgia continúa vigente. 

Hoy, ¿qué música sagrada permite la Iglesia?: Se permiten el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna, la música sagrada para órgano y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso.


También el Vaticano II permitió la música autóctona de los pueblos cristianos, pero adornada de las debidas cualidades. La Iglesia aprueba y admite todas las formas musicales de arte auténtico, así vocal como instrumental. Pero de nuevo debemos recordar el principio: la música debe servir a la liturgia, no dominarla. 

Entre todos estos géneros musicales, la Iglesia da la preferencia al canto gregoriano, que es el propio de la Liturgia romana y al que San Pío X califica de supremo modelo de toda música sagrada, el único que heredó de los antiguos Padres, y que custodió celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos. 

Instrumentos que son admitidos: 

Nos contesta el Concilio Vaticano II: “En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles” (Sacrosanctum Concilium, n. 120). 



Principios que ofrece el Papa para la música dentro de las celebraciones litúrgicas católicas:

“Ante todo es necesario subrayar que la música destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la santidad”. 

“No puede haber música destinada a las celebraciones de los ritos sagrados que no sea primero verdadero arte”. Sin embargo, “esta cualidad no es suficiente” advierte el Santo Padre. 

“La música litúrgica debe en efecto responder a sus requisitos específicos: la plena adhesión a los textos que presenta, la consonancia con el tiempo y el momento litúrgico a la que está destinada, la adecuada correspondencia con los ritos y gestos que propone”. 

El sagrado ámbito de la celebración litúrgica no debe convertirse jamás en laboratorio de experimentos o de prácticas de composición y ejecución introducidas sin una atenta revisión”, dice además el papa. El canto gregoriano, dice luego Juan Pablo II, “ocupa un lugar particular”; pues “sigue siendo aún hoy el elemento de unidad” en la liturgia. 


En general, señala el papa, el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas “no puede ser dejado a la improvisación, ni al arbitrio de los individuos, sino que debe ser confiado a una bien concertada dirección en respeto a las normas y competencias, como fruto significativo de una adecuada formación litúrgica”. Por ello, en el campo litúrgico, el Papa señala “la urgencia de promover una sólida formación tanto de los pastores como de los fieles laicos”. 

El papa Benedicto XVI enumera otros criterios sobre la música sagrada, que son importantes destacar:

  • La letra de la música litúrgica tiene que estar basada en la Sagrada Escritura.
  • La liturgia cristiana no está abierta a cualquier tipo de música.
  • Nuestro canto litúrgico es participación del canto y la oración de la gran liturgia, que abarca toda la creación. Así vencemos el subjetivismo y el individualismo, que llevaría al virtuosismo y a la vanidad.
Gracias a Valladolid Cofrade por la cesión del contenido de este post.