Dice la sección de noticias del Tanatorio San Carlos Borromeo de Salamanca que “hoy despedimos a José Gerardo Garrido Escobar”. Con todos los respetos, considero que es demasiado escueto el contenido de la noticia tratándose de alguien como él.
Hoy, 4 de octubre de 2024, ha marchado al encuentro con el Señor, el Doctor Garrido, el tío Gerardo, el papá de María Eugenia, Patricia, Fran y Carolina. Sí, el marido de Carol, la que vino de Alaejos con sus hermanas y sé dejo la espalda y su juventud en la peluquería de la calle Dorado Montero.
Porque “los Garridos” son así, con más o menos estudios, pero especialmente currantes y cariñosos. Pues, para ello, el tío Gerardo puso todo su empeño cuando vino desde Colombia a estudiar en nuestra ilustre universidad.
El Doctor Garrido nunca quiso destacar, pero no lo logró. De acuerdo que no era conocido como otros facultativos por sus logros en alguna especialidad. Sencillamente porque en la placa de su consulta ponía (virtualmente) Doctor Gerardo Garrido, Doctor especialista del corazón (no cardiólogo) sino de ese corazón que rebosa amor, cariño, atención, comprensión… las 24 horas del día. Porque, ya sonara el teléfono a la hora que fuera, siempre estaba dispuesto a socorrer al enfermo, escuchando su dolencia y dándole la mejor receta posible: Esperanza. Y siendo así, imposible no ser querido, admirado y gratificado con el cariño de sus pacientes. O de los ancianos de la Residencia de Arapiles, o de aquellos cuando colaboró con Cáritas, etc. Por eso no fue un doctor que sobresaliera entre las grandes noticias de la profesión, pero si en aquellas otras que se escriben con el corazón, en el día a día, en esa “biblia de la medicina” que al Señor que hoy le ha abrazado y sentado a su lado, más le gusta: la de los hombres sencillos, humildes, y que han venido a servir y no a ser servidos, como El, despojándose de todo para entregárselo a los demás.
Así era, a grandes rasgos, el Doctor Garrido, el marido de “Carito, su Piru”. Hoy nos ha dejado un hombre bueno, un marido bueno, un padre bueno, un tío bueno… No me corresponde a mí ensalzar más su figura como “patriarca” de los Garrido, pero si puedo decir, puedo gritar, que quiso a los míos. ¡Joder, cómo y cuánto los quiso! A mis hijos David y Amanda (quiero Roooota) a mi querida prima Nuria (ya estáis juntos en el cielo también) a mi familia y a mí, aunque fuese el que menos lo mereciera.
Podría recordar tantos momentos al lado del tío Gerardo que no tendría espacio suficiente y las lágrimas no me permitirían seguir escribiendo. Pero no puedo obviar esas navidades en familia, regadas con los mejores vinos con los que él nos obsequiaba junto a los pimientos rellenos de la tía Carol (😭) en esas mesas largas donde mayores, jóvenes y niños nos manifestábamos nuestro cariño, compartiendo historias o los chascarrillos del tío Gerardo que, con su característico acento colombiano, contaba melodiosamente cada año para terminar riéndonos a carcajada abierta.
Ni tampoco aquellos encuentros fortuitos por la estación de Renfe o por la calle Zamora, camino de casa. Siempre había palabras de atención, de interés, de cuídate “Angelito”, de cómo van las cofradías o el sindicato.
¡Joder, Gerardo, te has ido más pronto de lo que pensaba! Ahora es fácil decir que nos ha quedado mucho por hablar o por hacer. Y es la puta verdad. No sé si por nuestra culpa o por las circunstancias que otros u otras se empeñaron en que aparecieran sin llamarlas. El caso es que el tiempo ha ido pasando y ya ves, hoy tu niña, la más pequeña, la que todavía me llama primo sin que ya lo sea, me escribe para decirme: “primo, ya se fue papá”. ¿Puede haber una frase más demoledora?
Hoy me despediré de ti físicamente, pues mis compromisos me impiden acompañarte mañana en tu funeral. Pero ello no me impedirá postrarme a tus pies, llorar tu pérdida, elevar mis oraciones a mi Jesús Despojado e implorar a mi Macarena mucha Esperanza para los tuyos, para tu familia, para tus amigos y para tantas personas que te querían y te queremos.
D.E.P. Doctor Garrido. D.E.P.
Tío Gerardo.