09 mayo 2016

¡Por Ti tengo el alma enamorada! Momentos de un Viernes Santo con Esperanza

Una fría “madrugada” aguardaba a los miles de devotos que, como cada año, llenaban las calles y aceras de una Sevilla que se ensancha para recibir al Hijo de Dios y a su Madre Bendita. Una noche en la que el Espíritu de cada cual traspasa lo mundano y se eleva a los cielos por medio de vítores, plegarias, silencios, aplausos o lágrimas.

Tras más de nueve horas desde que la Cruz de Guía atravesara la cancela del Templo Macareno, impregnado por el Ave María de Ainhoa Arteta, los primeros rayos de sol también quisieron ser testigos del regreso de la injusta Sentencia, convertida en Esperanza, al barrio que le da nombre: Macarena.

María del Pilar Pérez Gomez dirigió un año más sus pasos hacia la calle Feria, en busca también de ese “abrazo” de Esperanza y, cámara en mano, quiso dejar testimonio de esos momentos únicos, reservados a unas cuantas miradas atentas y que, gracias a su generosidad, hoy puedo compartir contigo.

Capirotes morados precediendo al Señor de la Sentencia, a juego con la túnica regionalista de Juan Manuel Rodríguez Ojeda (1910), fueron el primer anuncio de que “Sus Vecinos” regresaban al barrio, a su casa. Tras el antifaz, miradas de emoción, ojos de cansancio y fijos en el corazón del que en unas horas iba a entregarnos su vida, su Amor. Cirios apagados, estampas, cruces o palermos forman parte de un paisaje por muchos comentado y, ciertamente, sólo sentido y compartido por quienes desde el anonimato, enfundados en su capirote, se echan a la calle para manifestar públicamente su fe.

Capataces para los que el agotamiento no existe. Costaleros entregados a El y atentos a “lo que se manda”. Auxiliares que no pierden de vista las órdenes del que, desde Aracena, con el corazón al lado del llamador, recuerda al abuelo, al padre, a Manolo Santiago. Mientras, el “aguaó” se mueve de un lado a otro, cacillo en mano, repartiendo ese agua bendita que es el mejor bálsamo para resucitar a los privilegiados pies del Señor.





























Los sones de la Banda de la Centuria Romana Macarena acompasan no sólo el andar del paso, sino de quienes horas antes rendían pleitesía ante el Señor del Gran Poder pidiéndole su infinita Misericordia para esos niños y niñas necesitados de Esperanza ante su maltrecha salud: los Armaos de la Macarena. Sus miradas, sus sonrisas, sus ojos vidriosos, destacan sobre la coraza, las plumas, los redobles de Hidalgo. Pilatos baja sus ojos, avergonzado ante su injusta Sentencia, mientras el pueblo contempla a Claudia Prócula suplicante y resignada. “Consummatum est”.
















































Y el verde manto de tisú tiñe la mañana del Viernes Santo de infinita Esperanza. La Estrella de la mañana, el primer Sagrario de Cristo, la Mediadora e Intercesora de nuestros pecados, la que ríe y llora a la vez, la Madre de Dios, Nuestra Esperanza, avanza a los sones de la Sociedad Filarmónica de Nuestra Señora de El Carmen de Salteras.

Capirote verdes de todas las edades la acompañan; es imposible dejarla sola. Varas, cirios, estampas, rosarios, medallas… Todos son símbolos que van más allá de lo externo. Detrás de cada gesto hay un motivo, una promesa, una historia... Señales que proceden de un corazón macareno. Nada es para la galería. Hasta los más pequeños saben que ser macareno no es una marca. Es un sentimiento que emana y derrocha Esperanza.






























Entre un mar de capirotes verdes, de "una bulla consentida", de gentes llegados de todos los rincones de Andalucía y de España, la Esperanza avanza cadenciosa, elegante, flotando entre lágrimas y congojos difíciles de contener. Cruces de miradas entre sus capataces y auxiliares son el más profundo testimonio de amor a la Madre. Silencios rotos por suspiros, quejidos y un sin fin de emociones que solamente las fotografías de Pilar Gómez nos pueden dar una aproximación de lo que se siente, se vive, se comparte. Su belleza se clava en alma de cualquier mortal que tenga la dicha de fijarse en la Reina de Sevilla.






























Feria, Relator, Parras... El cortejo va avanzando a la vez que consumando los sueños y anhelos secuestrados en nuestros corazones a lo largo de todo un año. El cansancio de más de doce horas queda en un segundo plano. Hay que morir por y para Ellos, por la hermandad, por Sevilla. Todos, sin excepción, fundimos nuestras fuerzas con las emociones que nos suscita ver que todo se acaba. Vamos restando chicotás, levantás, revirás y marchas. Se consume el agua, a penas quedan estampas, la cera prácticamente derretida, la última saeta, la penúltima foto... Solo Ella, pendiente de Su Hijo, de cada uno de nosotros, permanece firme, segura, entregada a cumplir con la llamada de Dios: ¡Hágase en mi según tu Palabra! Y la Palabra se convirtió en Esperanza en otra mañana de Viernes Santo única, incomparable e irrepetible. Tras el Arco, la Gloria Macarena aguarda atestada de sus hijos que esperan con ESPERANZA.













































Si mi corazón puede hablar con los ojos,
también puede amar con la mirada.
Si mis palabras se convierten en silencio
mientras me acoges en tu morada.
Madre  mía de la Esperanza, 
a ti entrego mi alma por tu amor enamorada.