Real, Muy Ilustre, Antigua y Noble Cofradía de Nazarenos de Ntra. Sra. en la Consideración de Sus Angustias y Soledad, Sto. Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo y del Dulce Nombre de Jesús
Sede: Iglesia Parroquial Nuestra Señora del Carmen
Fundación de la Hermandad: 15/7/1573, aunque hay escrituras de donación a favor de la Hermandad de 1492
Hermano Mayor: D. Fernando A. Varela Pairet.
El día 11 de julio de 1573, el licenciado Juan Rodríguez, Provisor del Arzobispado, aprobaba la Regla de la "cofradía de la Soledad de Nuestra Señora", primitivo título con el que iniciaba su andadura la hermandad que marca en Écija el epílogo de la Pasión y Muerte de Jesucristo. Instituida canónicamente en el convento de carmelitas calzados, tuvo capilla propia contigua al templo conventual desde 1609.
Prácticamente desde su fundación gozó de un prestigio y fervor inusitado. Según testimonio de 1623, esta cofradía era la que tenía el mayor número de hermanos "y es cofradía de gran nombre y mucha devoción e solemnidad, que sale el Viernes Santo por la tarde,...e se celebra con mucha autoridad de pompa". En la tarde del Viernes Santo hacía igualmente estación de penitencia otra poderosa hermandad, la de Nuestra Señora del Rosario, con sede canónica en el convento de San Pablo y Santo Domingo. La rivalidad entre ambas fue una constante en los siglos XVII y XVIII, hasta el punto de que fueron condenadas, por sentencias del Consejo de Castilla de 1786 y 1789, a abandonar la penitencia pública por los grandes "escándalos y excesos” que provocaban. A raíz de este suceso la hermandad de Nuestra Señora del Rosario no volvió a procesionar, subsistiendo hasta nuestros días como hermandad puramente de culto. La de Nuestra Señora de la Soledad, en cambio, consiguió permiso real en 1834 para reanudar esta práctica cada Viernes Santo.
Con fecha 6 de junio de 1852, la hermandad de Nuestra Señora de la Soledad aprobó un reglamento de régimen interior y económico. El auge que experimentó esta corporación a mediados del siglo XIX, cuya Junta de Gobierno estaba constituida por la nobleza local, se vio reforzado por la aceptación que del cargo de Hermano Mayor hizo la reina Isabel II en 1854, pasando a denominarse Real.
Años más tarde, en julio de 1879, la cofradía consiguió autorización del Arzobispo de Sevilla para agregar a su título el de Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo, en atención al Santo Sepulcro que tradicionalmente desfilaba con la Titular. En este mismo año se le permitió además la organización de un Santo Entierro Magno. Con tal motivo, en la tarde del Viernes Santo de 1880, numerosos nazarenos recorrieron las calles de Écija, acompañando a las más veneradas imágenes de las hermandades ecijanas.
Del cortejo procesional formaron parte los pasos de Niño Perdido, Cristo de la Misericordia, Columna y Azotes, Jesús Nazareno (parroquia de San Juan), San Juan Evangelista y Virgen de la Esperanza, Jesús Nazareno Abrazado a la Cruz, Santísimo Cristo de la Exaltación en la Cruz, Santísimo Cristo de la Sangre, Quinta Angustia, Santo Sepulcro y Virgen de la Soledad. La hermandad de Nuestra Señora de la Soledad supo imprimir a sus desfiles una solemnidad y lujo extraordinarios. A fines del siglo XIX y principios del XX, la prensa local ecijana se hacía eco de los numerosos forasteros que se trasladaban a esta ciudad para contemplar su estación de penitencia.
A fines del siglo XIX y principios del XX, la prensa local ecijana se hacía eco de los numerosos forasteros que se trasladaban a esta ciudad para contemplar su estación de penitencia.
Ésta se abría con la sección de caballería romana, seguida del estandarte de la Real Hermandad, bastoneros, tres nazarenos con los atributos de la Pasión, Rey David y dos profetas alumbrado, y paso de la Quinta Angustia, estandartes de las restantes hermandades de la ciudad, cruces parroquiales (excepto la de Santa María), La Fe, Sibilas, alumbrado del Santo Sepulcro, incensarios, paso del Santo Sepulcro escoltado por un cuerpo de infantería romana, nazarenos, Banda Municipal, coro de ángeles precedidos de San Miguel, La Verónica y tres Marías, cruz parroquial de Santa María, capilla de cantores, Directiva de la Hermandad, paso de la Virgen de la Soledad, preste y diácono, tribunal eclesiástico, Ayuntamiento bajo mazas, coronel de la Remonta, juez y Guardia Municipal. Cada salida generaba un considerable desembolso. Desde 1883 y hasta los años setenta del S.XX, la escasez de recursos económicos hizo que la vida de la hermandad se redujera básicamente a sus cultos internos, siendo pocos los años en que efectuó estación de penitencia.
Los años cincuenta introdujeron una novedad de consideración en la cofradía: el traslado de su pública penitencia a la tarde del Sábado Santo. Este día aún se mantiene, reconocido y sancionado por la nueva Regla de 1990.
El cortejo procesional se compone actualmente de tres pasos: la Quinta Angustia, el Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de la Soledad.
Reseña artística:
Paso que representa la angustia de Ntra. Señora cuando recoge en su regazo el cuerpo sin vida de Ntro. Señor Jesucristo. Las figuras centrales de este misterio son obra del escultor ecijano Rafael Amadeo Rojas, realizadas ambas en madera de cedro real y policromadas. La figura del Stmo. Cristo de la Paz, es de cuerpo entero, en el que se incluye el paño de pureza, mientras que la de María Santísima doble candelero, para cuando no está con la fi gura de nuestro Señor. El conjunto se remata con una Cruz de madera recubierta con láminas de carey con incrustaciones de plata. Sentados en el borde de los laterales de la canastilla, se sitúan dos Ángeles Pasionsitas realizados en madera tallada y policromada, portando sendas cintas de luto con inscripciones en latín clásico bordadas con hilo de plata.
El paso, en madera de caoba en su color, se debe al ebanista ecijano José Rosado y la talla a Francisco Palos de Puente Genil (Córdoba), es de estilo barroco con apliques en plata de ley cincelados por Alfonso Martín (Écija). La iluminación consta de cuatro faroles del orfebre cordobés Damián de Castro, en cada una de las esquinas de la canastilla y ocho tulipas de guardabrisas en la mesa en los huecos de la canastilla.
La venerada Imagen de Jesús en su Santo Sepulcro, es de estilo gótico tardío, fechado entre los siglos XIV y XV, de autor desconocido. Imagen de tamaño natural de pronunciado hieratismo con el que el escultor quiere expresar la falta de movimiento propio de los cadáveres. Con las manos sobre el regazo sin apoyarse en él y las piernas flexionadas, apoyadas únicamente en los talones, transmite cierta tensión. El rostro de Cristo aparece plácidamente dormido. Restaurado en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid en 1996.
Cristo es acogido dentro de una urna neoclásica realizada en madera y recubierta por finas láminas de carey con incrustaciones en plata de ley cincelada, por el exterior. En el interior se encuentra decorada con la técnica del trampantojo, imitando el carey. Fue realizada por Cristóbal de Yepes, de Sevilla, en 1711, hecho fielmente datado por la reciente restauración a la que ha sido sometida, por D. Luis Cristóbal Antón, en la que se encontró un pergamino con el nombre del autor nombrado y la fecha. En otro pergamino se encontró la oración “Señor, en ti espero, no verme confundido para la eternidad”.
La canastilla sobre la que se asienta la urna es de estilo romántico, realizada en madera dorada, en la que se incrustan cuatro cartelas policromadas con escenas de la pasión en los laterales, restauradas por D. Luis Cristóbal Antón, que las atribuye a Pedro Duque Cornejo, autor de las imágenes de los cuatro Evangelistas que acompañan al paso (S. XVIII). Las dos cartelas frontales han sido restauradas y policromadas por Ángel de la Feria (Sevilla), que restauró y doró la canastilla en 2003.
La urna se ilumina con cuatro faroles de plata de ley de Damián de Castro. El bordado de los faldones de tisú de oro, sobre terciopelo negro, es del ecijano José Luis Asencio.
La bellísima Imagen de Ntra. Señora de la Soledad, es de candelero (para vestir) con pelo natural, atribuida a Luisa Roldán, más conocida por el sobrenombre de La Roldana, del siglo XVIII. Procesiona sobre una peana de considerable altura de madera tallada, dorada y policromada, atribuida a Pedro Duque Cornejo, rodeada de altos candelabros dorados de guardabrisas y arcángeles pasionistas realizados en madera tallada, policromada y estofada, atribuidos a La Roldana, todo al más puro estilo ecijano. El dorado del paso ha sido restaurado recientemente por Ángel de la Feria, de Sevilla.
La imagen de la Virgen se encuentra rodeada por una magnífica ráfaga de plata de ley obra cincelada por el orfebre Damián de Castro, así como, a juego y del mismo autor media luna y corona imperial de hacia 1770. El bordado de los faldones de tisú de oro sobre malla y terciopelo negro son obra de Jesús Rosado Borja.
Gracias a Yolanda García Garcia por su inestimable colaboración - textos e imágenes