02 enero 2015

Al Señor del Gran Poder...


Gran Poder,
no me sudes
ni me sangres
que hoy,
eres pequeño Emmanuel.


Tu Poder,
es paz que anuncia el Portal.


La cruz…después,
cuando el hombre
sienta hambre
y con el hombre
en tu hombro
con tu cruz des de comer.


Hoy no me sudes
ni me sangres,
que eres pequeño Emmanuel
y has nacido Gran Poder.


Manuel Lozano Hernández Desde Sevilla el latido (Del tiempo y el hombre). 1977


Ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que me mesaban la barba.
No me tapé el rostro ante los ultrajes y salivazos.


Despreciado y evitado de la gente,
un hombre hecho a sufrir, curtido en el dolor.
Despreciado, lo tuvimos por nada,
a él, que soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
lo tuvimos por un contagiado,
herido de Dios y afligido.
Desfigurado, no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano.


El cargó con el pecado de todos
e intercedió por los pecadores.
Maltratado, no abría la boca,
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
no abría la boca.


El Señor quería triturarlo con el sufrimiento.
Sobre él descargó el castigo que os trae la paz;
hemos sido curados con sus heridas”.

(Isaías II)