20 junio 2012

Solemnidad de Corpus Christi en Salamanca 2012


El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”.

El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?’

El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”.

Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”.

Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.

Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

(Mc 14,12-16.22-26)





Los panes ácimos que Israel comía cada año en la Pascua conmemoraban la salida apresurada y liberadora de Egipto, el recuerdo del maná del desierto y el pan de cada día, fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre.

Al celebrar la última Cena con sus Apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía: el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección.

En el corazón de la celebración de la Cena se encuentra el pan que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierte en el Cuerpo de Cristo. Se encuentra también el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierte en la Sangre de Cristo.





Dice santo Tomás de Aquino: “La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe , la cual se apoya en la autoridad de Dios”.


























































 Todas las fotografías han sido realizadas y cedidas por Heliodoro Ordás Gómez.