Sin embargo, ante la presencia de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus vestiduras, el que vino a servir y no a ser servido, uno es consciente de que vive inmerso en una contradicción constante. Si somos creyentes ¿Cómo es que no somos capaces en encontrar en su mirada las muestras de amor que el Redentor nos ofrece? ¿Por qué nos cuesta tanto agarrarnos a su mano tendida, bendita mano, en busca del Consuelo para nuestras aflicciones?
Veneración que nos permite estar cerca de esta Bendita Imagen del Señor, al que podemos contemplar sus golpes, latigazos, magulladuras, su maltrecho cuerpo a causa de los golpes infringidos por quienes no tuvieron compasión con el Salvador del mundo. Heridas, en definitiva, que personalmente, me ayudan a ver con mayor claridad al menos dos aspectos de mi vida cristiana.
Por un lado, mi egoísmo, al no saber encontrar en El la respuesta a esas heridas del alma a las que me refería al principio. A las continuas zancadillas y adversidades con las que me encuentro – muchas de ellas provocadas por mí mismo – como consecuencia de actitudes o comportamientos que nunca deberían producirse. Con lo sencillo que sería dejar de lado ese exceso de protagonismo, de querer hacer y controlarlo todo, de ocupar un espacio que no me corresponde o que podría ser compartido con otras personas.
Y, por otro, me doy cuenta de que no solo fueron aquellos despiadados los únicos culpables del dolor y del sufrimiento al que fue sometido el Despojado. Nosotros, yo también, somos responsables de su muerte en la Cruz. Nosotros también le azotamos, le golpeamos, le escupimos, le despojamos… Nuestros actos, nuestras palabras, la ausencia del perdón y del arrepentimiento, son también causa de su profunda Herida.
Por ello, os invito, me auto
invito, a mirar sus heridas, de las que todos somos responsables, y que
encontremos en la ternura de su mirada el amor que nos dio, que nos da, para
que nuestro corazón se transforme en un corazón noble, limpio, cercano, que nos
ayude a despojados y no despojados, a dar Caridad y Consuelo a
los que nos rodean.