Te levantas por la mañana dispuesto a vivir y a compartir unos de esos días que quedarán marcados para siempre en la “pestaña de favoritos de tu corazón”. La agenda dice: “Macareno40 – Visita a la Peña de Francia y La Alberca”. Sin duda, la jornada promete. Me asomo a la ventana y veo que el cielo está prácticamente despejado, lo que es garantía de disfrute de hermosas vistas desde ese macizo situado a más de 1.700 metros de altura.
El camino hasta allí te va mostrando distintas revelaciones de la naturaleza salmantina. Por Aldeatejada nos dirigimos al sur de la provincia. Al principio nos encontramos con campos de secano, todos ya arados en esta época del año, como no puede ser de otra manera. Según vamos llegando a Tamames, a uno y otro lado de la carretera empiezan a proliferar las encinas que sirven de sombra para cientos de vaquillas y sus terneros, muchos de los cuales llegarán a ser conocidos por sus condiciones para la lidia. Es complicado conducir y soñar, pues la carretera exige atención, y es fácil dejarse llevar por la imaginación.
Una vez pasado Tamames, el verde se hace presente. Bajas las ventanillas del coche, apagas el aire acondicionado y el aroma a pino, helechos, y no sé cuantas más especies vegetales, se adueñan del habitáculo del vehículo. Llegamos a El Cabaco, desde el que restan15 kilómetros de subida a la Peña.
La carretera es estrecha, pero con un firme en buen estado. En algunos puntos del trayecto, la velocidad se reduce considerablemente, pues las curvas son inmensamente pronunciadas, lo que motiva aún más la subida. Un alto en la fuente Simón Vela (hay un letrero de No Potable que invita a beber si o si) y el camino continúa entre las sombras que genera la vasta vegetación.
Hacia la mitad de la subida llegamos al Paso de los Lobos, desde el que puedes dirigirte a Ciudad Rodrigo, y que si has sido aficionado al ciclismo, recordarás como uno de los puertos más exigentes de la vuelta española. Y desde aquí y hasta llegar a la cima, el sol se hace presente entre las piedras de pizarra.
De repente una visita inesperada, aunque correctamente anunciada por las señales de tráfico. Una preciosa cabra cruza de un lado a otro de la calzada, lentamente, como si nos saludase. Trota por las piedras con tanta habilidad como elegancia y nos presenta a su familia. Es impresionante ver la cornamenta del patriarca que desde lo alto parece decirnos “Bienvenidos, feliz día”.
Una vez arriba, el viento se hace presente y la temperatura es más baja. Nos dirigimos caminando hacia el Santuario de la Virgen que lleva el nombre de la Peña. Es una imagen de María, una Virgen negra, que conocemos como Nuestra Señora de la Peña de Francia, desde que un pastor, Simón Vela, la descubriera en una cueva cercana al propio Santuario.
Una vez dentro, las miradas son para Ella, el corazón para su Hijo y la mente…la mente para nadie. Como dice el reloj de sol que hay en una de las explanadas de la peña, “y al final del camino, la Paz”. Y precisamente eso es lo que se siente, se respira, se palpa en el interior del Santuario.
Santuario que es regentado por los RR.PP. Dominicos, por lo que después de visitar a la Madre, es cita obliga ir en busca del Padre Angel o Rafael. El primero nos recibe con agrado, intercambiamos recuerdos, como cuando el 5 de Junio de 2005 la Virgen fue paseada por Salamanca con motivo del 50º (53 exactamente) Aniversario de su Coronación Canónica. (http://www.salamancacofrade.com/EspecialesReportajes/VirgendelaPenadeFrancia05.html)
Antes de bajar, la cámara de fotos echa humo. Desde lo alto podemos divisar tanto el pantano de Gabriel y Galán, como el Campo Charro o los pueblos más cercanos (la Alberca, la Nava, el Cabaco).
¿Y qué contarte de La Alberca, de sus calles, de sus casas, de su gente, de su gastronomía…? Es el pueblo que siempre has soñado visitar, que tal vez creas que no existe, por lo que cuando pones tus pies sobre sus empedradas calles, has de tomarte un tiempo para reaccionar y volver a la realidad.
La Alberca es la suma de muchas cosas, pero especialmente se concitan en ella la tradición más arraigada y un ambiente espiritual o religioso que se manifiesta tanto en fachadas, símbolos, letreros, y que son la consecuencia de un buen puñado de ritos, manifestaciones de fe, auto sacramentales, etc.
Junto con las fotografías de la Peña de Francia, te acompaño otras tantas del entorno de la Alberca, en el que puedes apreciar mucho de lo que acabo de compartir contigo, amén de la visita a la Iglesia Parroquial que regenta mi amigo y hermano Alfredo Fernández, así como de distintos momentos y detalles que sirven de apoyo para dar testimonio de que nada de lo que te cuento es fruto de un desmesurado chovinismo, sino la invitación más cariñosa de que no dejes de visitar uno de los lugares más bonitos que el Señor ha puesto sobre la faz de la Tierra. ¡Ah! y si puedes, con la mejor de las compañías.
Dedicado especialmente a ti, a Cateja Teatro, a los hermanos Luengo, a Antonio Sendín, a Alfredo Fernández, al marrano de San Antón, a la moza de ánimas, a los RR.PP. Dominicos (Angel y Rafa)y a los abuelos, sentados en el poyete, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando...