20 diciembre 2013

Semillas para la reflexión - El Misterio de la Encarnación (Navidad 2013)



Hace más de diez años conservo con cuidado un artículo firmado en EL PAÍS por Félix de Azúa en el que leemos estas palabras: “Católicos, no os dejéis arrebatar la gloria de la carne… Quienes no tenemos la fortuna de creer, os envidiamos ese milagro, a saber, que para Dios (ya que no para los hombres) nuestra carne tenga la misma dignidad que nuestro espíritu, si no más, porque también sufre más el dolor. Rezamos para que estéis en la verdad y nosotros en la más negra de las oscuridades”.

¡La carne! ¿Cómo vamos a olvidar su gloria? La carne fue asumida por Jesucristo. En el prólogo de San Juan se proclama solemnemente: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Así también lo rezamos en la oración del Ángelus.

Recuerdo de niño, en mi parroquia, cuando se cantaba la misa. El coro, con bella polifonía, iba cantando el símbolo de la fe; pero en un momento se hacía el silencio, todo el pueblo se ponía de rodillas, y un solista entonaba el“Et incarnatus est (y se hizo carne)”. Aquella escena podía recordar a los pastores, en la cueva de Belén, adorando al niño. El eco de la oración colecta de la misa aún se sentía en medio de la asamblea: “Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo…”.


¿Cómo vamos a olvidar los católicos la gloria de la carne? Por la encarnación de Jesucristo, nuestra propia carne está llamada a salir del sepulcro y resucitar para una vida nueva. ¿No decimos también en el Credo Creo en la resurrección de la carne?

Juan Manuel de Prada en su artículo La gloria de la carne, publicado en la Tercera de ABC el 26 de julio de 2012, escribió “Dios no llega a nosotros en primer lugar por una predicación de sabiduría o por un ejemplo de virtud, sino por la carne (en esto consiste la Encarnación); y al bajarse y aceptar nuestra naturaleza, se hace una sola carne con nosotros, en una suerte de desposorio eterno”.

Benedicto XVI vuelve sobre el milagro de la encarnación en su libro sobre Jesús:

- Entonces, ¿es cierto lo que decimos en el Credo: “Creo en Jesucristo, su único Hijo (de Dios), nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu santo, nació de santa María Virgen”?

- La respuesta es un “sí” sin reservas. Kart Barth ha hecho notar que hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro, en el que Jesús no permaneció ni sufrió la corrupción. Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba. No es éste su lugar. Pero se trata precisamente de eso, a saber, de que Dios es Dios, y no se mueve sólo en el mundo de las ideas. En este sentido, se trata en ambos campos del mismo ser-Dios de Dios. Está en juego la pregunta: ¿le pertenece también la materia?


Naturalmente, no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas o en contraste con su creación. Pero aquí no se trata de algo irracional e incoherente, sino precisamente de algo positivo: del poder creador de Dios, que abraza a todo ser. Por estos dos puntos –el parto virginal y la resurrección real del sepulcro- son piedras de toque de la fe. Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios. Pero sí que tiene ese poder, y con la Concepción y la Resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación. Así, como Creador, es también nuestro Redentor. Por eso la concepción y el nacimiento de Jesús de la Virgen María son un elemento fundamental de nuestra fe y un signo luminosos de Esperanza”.


En estos días de NAVIDAD recuerdo a todos los amigos, busco sus direcciones y les envío un mensaje de FE y ESPERANZA. Mi oración por vosotros y los vuestros. Que Dios os bendiga.

"No te prives de pasar un buen día" (Si 14, 14)

Florentino Gutiérrez. Sacerdote