09 junio 2013

Hermanitas de los Pobres de Salamanca - Bodas de oro de Amor y Esperanza (I)




¿Quién no ha participado en unas bodas de oro de sus abuelos o, con un poco de suerte, de sus padres? Generalmente identificamos este hecho como esa celebración o conmemoración de una andadura que dos personas iniciaron en presencia del Señor para unir bajo el sacramento del matrimonio (bueno, esto era antes) el amor que se profesaban y que día a día han ido alimentando hasta llegar a esa cifra que, aunque suene un tanto mítica, tiene un valor y una importancia que sólo unos pocos son capaces de cumplirla.

Pero las bodas de oro que hoy quiero compartir contigo, a través de varios posts, no son una bodas de oro como las que te he referido. Estas tienen unas singularidades que las hacen, cuando menos, especiales y dignas de toda admiración.

Me pregunto qué pasaría por la mente de Sor Genoveva, de Sor Pilar, de Sor Adela, de Sor Cecilia o de Sor María del Carmen, allá por 1963 - ¿casualidad? – cuando decidieron tomar los votos y “contraer matrimonio” con Él, que les llamaba para llevar a cabo una misión única, comprometida, generosa… de “amor puro y duro”.

Siempre he tenido claro que la mujer es mucho más valiente que el hombre, que lo del sexo débil era una invención absolutamente machista y que como mucho puede quedar relegada a aspectos únicamente físicos. Dime, querido seguidor/a de este blog, si no hay que tener mucha valentía para dar un paso como éste, un paso que conlleva la noble decisión y voluntad de entregar toda una vida por y para aquellos que necesitan del amor, del cariño, de la atención, del cuidado, de la comprensión… San Juan Jugan, fundadora de las congregaciones de las Hermanitas de los Pobres, sabía bien de lo que te hablo y, a pesar de las múltiples dificultades, no dudó en tomar como ejemplo a Jesús de Nazaret e iniciar un proyecto que con los años se ha ido extendiendo por el resto del mundo, gracias al cual miles de ancianos han podido y pueden disfrutar de una calidad de vida digna, todo ello dentro del contexto del amor y la atención que estas fieles mujeres derrochan sin esperar nada a cambio.

No quiero resultar frívolo, ni mucho menos irrespetuoso, pero el Señor bien sabe a quién llama para “convertirlas en su sus esposas”. Estas cinco “novias” son todo un testimonio de fe, de amor, de fidelidad, de humildad, de entrega, de generosidad… ¿Qué hombre no quiere para si una esposa con tales cualidades? Pero sólo Él sabe elegir sin equivocarse y reservar ese privilegio a estas mujeres que, como otras tantas, dedican su vida en exclusividad a esta causa.

¿Vocación, amor, fe, devoción…? Por supuesto que sí, que sin todos estos valores, principios o creencias religiosas, nada de esto sería posible, pero hay que ser muy ingenuo si uno cree que el camino que “mis hermanitas” han recorrido a lo largo de estos 50 años ha sido un camino fácil, sin caídas, sin dificultades. Hay que vivir cada día, con sus noches, con preocupaciones, desvelos, lejos de los seres queridos, de la familia, para darse cuenta de que cuando el resto de la comunidad se vuelca con ellas en la celebración de sus bodas de oro, no se hace solamente como un gesto meramente festivo, sino que ellas mismas, mejor que nadie, conocen en profundidad que “las cuestas se empinan, que no siempre todo sale como una espera, que cuando se flaquea no se puede perder la Esperanza, etc.”

A lo largo del viernes y sábado (7 y 8 de Junio) la Residencia de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres de Salamanca ha vivido momentos únicos y maravillosamente emotivos. El sentimiento de comunidad, de fraternidad, de gratitud, de amor, ha estado presente en todo momento. Desde las propias compañeras de congregación, pasando por los residentes, trabajadores y trabajadoras de la casa, voluntarios, familiares y un largo etc. han – hemos – querido estar junto a estas benditas mujeres para ofrecerles nuestra gratitud de la mejor forma que se me antoja: con mucho amor, con mucho cariño…

La mañana del sábado estuvo reservada a la Misa de Acción de Gracias. La capilla de la residencia estaba más llena que nunca. ¿Crisis de fe? No. Quien tiene fe la manifiesta, y quien no, pues se queda en casa o se la guarda para él. Las hermanitas pidieron a D. José Román Flecha que presidiera la celebración, acompañado de D. Jesús García, capellán de la Residencia, de D. Domingo y otros presbíteros.

Que predique D. José Román, por muy nervioso que confesará estar, siempre es garantía de “éxito” a la hora de escuchar sus disertaciones. Tiene el don de convertir la Palabra en palabras y como gran teólogo, unió los textos bíblicos al motivo objeto de la celebración. Ensalzó los valores éticos y religiosos de estas mujeres elegidas por Dios, para vestir un hábito en el que la dulzura, la humildad, la bondad, la comprensión, el amor… son los mejores adornos para presentarse ante El y ante los ancianos que precisan tanto de ellas.

Y cómo él bien conoce, pues ha estudiado a fondo la figura de Santa Juana, todo ello bajo “la virtud del Amor” para servir a los pobres con unas premisas que no todos estamos dispuestos a perder y que son el mejor ejemplo para seguir a Jesús: “pobreza, obediencia y castidad”. Vamos, todo lo contrario a lo que muchos tenemos por costumbre, inmersos en egoísmos, envidias, necesidades inmundas, esclavitudes, excesos, rencores, odios, etc.

Por todo ello, el Padre Flecha no quiso pasar por alto la importancia que el testimonio de estas mujeres tiene para muchos de nosotros - ¡50 años! - ofreciendo lo mejor de sí, con decisiones firmes, de fidelidad, de entrega. Una vida por la que debemos dar gracias al Señor, por habernos obsequiado con “estas vírgenes” que con los ojos vidriosos escuchaban atentas su homilía. Y como no podía ser de otra manera, con una llamada a la Esperanza. Esperanza que es casi un dogma para ellas, que está reñida con el afán de protagonismo, con la altanería, con la propia desesperanza y que invita a que nuevas seguidoras se sumen al mensaje de Jesús: “tuve hambre y me diste de comer, desnudo y me vestiste, no tenía casa y me alojaste”.

La celebración contó con la presencia del Coro del Colegio de San Agustín, cuyos miembros no solo dieron muestras de su gran calidad musical, sino que supieron elegir con sumo esmero y acierto las canciones apropiadas para la ocasión.

A lo largo de la eucaristía, las cinco “homenajeadas” vivieron un momento aún más especial, si cabe, al renovar sus votos de pobreza, obediencia, castidad y hospitalidad, como puedes ver en las imágenes. A la conclusión de la misa, no faltaron las felicitaciones, las fotografías con familiares y amigos.

Durante la comida, las hermanitas quisieron seguir dando muestras de su gratitud a los ancianos, obsequiándoles con un recuerdo de esta efemérides, gratitud que fue ampliamente recibida y reconocida con grandes gestos de afecto por parte de ellos. En definitiva, una mañana de sábado que estoy seguro se ha vivido en otras muchas residencias, como en la de mi “mamá” Sor María de los Dolores, que hace unos días también celebraba sus bodas de plata y a las cuales no pude asistir por circunstancias que no vienen al caso.

Mi más sincera, cariñosa y entrañable enhorabuena a todas y cada una de ellas, a las de aquí y a las de otras comunidades. Que el Señor les bendiga, que les de la fuerza, la energía y la Esperanza suficiente para continuar con esta obra que hace 50 años iniciaron y gracias por permitirme compartir con ustedes estos momentos, por enseñarme cada día el auténtico significado de la caridad cristiana y, a Sor Gloria, Madre Superiora, por confiar en mi para los menesteres que me encarga.

Te dejo con una primera entrega de fotografías de los momentos que te he narrado y que espero sean de tu interés. 

EUCARISTÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS























































ENTREGA DE RECUERDOS Y REGALOS