Diciembre suele ser ese mes raro, al menos para mi. Se dan cita en mi corazón sentimientos contrapuestos motivados por las circunstancias del pasado, también del presente. Me cuesta entender o mejor dicho, comprender, cómo podemos pasar de la alegría a la tristeza en cuestión de segundos. Cómo pasamos de no mirarnos en todo el año y ahora nos damos unos abrazos que casi nos fracturamos las costillas. Nos entra el espíritu del "buen samaritano" y se nos llena el alma de generosida (?). Y por si esto no fuera suficiente - aunque este año la cosa esta más que "jodida" - nos pegamos la pasada con la cartera, dejando la cuenta corriente como el parque de mi casa en esta maña de domingo, tiritando y helada. ¡Venga compras, venga cenas, venga derroche sin criterio... viva la sin razón!
Y a todo esto, el ambiente de las ciudades se transforma y aparecen bombillas de colores representando estrellas, flores, arbolitos, "algunas americanadas", etc. Ingredientes para que los inconformistas llenen páginas en la red criticando estos excesos municipales, que pagaremos los contribuyentes dicho sea de paso y que según su opinión solo son un reclamo para el comercio, para la sociedad de consumo. Yo les invito a estos "anarquistas de todo" que se preocupen también por las dietas de los políticos, los coches oficiales, los corruptos, los gastos en armamento, etc. Tal vez por ahí saquen más, aunque se necesitan más cojones para decirlo y me temo que no andan tan sobrados.
Por tanto, y como mi versión de las luces de navidad es otra, te la cuento por si te interesa y a la vez comparto contigo algunas fotografías de mi Salamanca, por si no has tenido oportunidad de verlas aún o por si me lees desde otros lares, para que veas como viste sus calles esta tierra charra.
Como decía al principio, Diciembre es un mes generalmente oscuro, un tanto rancio. Venimos de un mes, noviembre, en el que el luto ha estado presente recordando a quienes ya no están físicamente con nosotros, y nos adentramos en un tiempo en el que necesitamos darle "vida a nuestra vida". Y sólo existe alguien capaz de conseguir ese difícil propósito: el Hijo de Dios, que vendrá entre pañales, Despojado de todo, a darnos su Amor, su Palabra, su Vida.
Y en esta época de letargo invernal, necesitamos que nuestro corazón reciba luz. Luz de apertura de nuestra fe, de nuestras convicciones, de nuestra Esperanza. Nuestros antepasados colocaban candelas en sus ventanas para recibir la venida del Salvador. Hoy, evidentemente, los tiempos cambian pero el significado es el mismo, aunque algunos quieran verlo de forma diferente.
Por eso te invito a que cuando el día 25 conmemorenos su venida, tengas tu corazon lo más luminoso posible, que irradie ese brillo necesario para poder recibir a Jesús de Nazaret como el hermano que estamos esperando y que de su mano nos ha de llevar por la senda de la Paz, de la Felicidad, de la Esperanza y de la Salvación.