¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
Ven pronto, ven, que el mundo gira a ciegas
ignorando el amor que lo sustenta.
Ven pronto, ven, Señor, que hoy entre hermanos
se tienden trampas y se esconden lazos.
Ven, que la libertad está entre rejas
del miedo que unos a otros se profesan.
Ven, ven, no dejes ahora de escucharnos
cuando tanto camino está cerrado.
¡Ya Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
¿No has de ser la alegría de los pobres,
de los que en ti su confianza ponen?
¿No has de ser para el triste y afligido
consuelo en su pesar, luz en su grito?
¿Quién pondrá paz en nuestros corazones
si tu ternura y compasión se esconden?
¿Quién colmará este hambre de infinito
si a colmarlo no vienes por ti mismo?
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
Despojado de tus vestiduras
Despojado de todo Señor, nos enseñas como amar. Viniste a este mundo sin nada y sin nada te marchas de él. Así, en el último momento nos muestras que para amar no es necesario retener, no se necesita poseer. Contigo aprendemos que la vida se entrega al desnudo, de una vez y a corazón abierto. Viéndote así, Jesús, entendemos lo que significa ser pobre por el Reino. Contemplándote Señor, vemos que quieres pasar como uno de tantos, estando al lado de todos los despojados del mundo.
Al ver tu imagen, al sentirte despojado, desvalido, sin consuelo y expuesto a la muerte, despierta en nosotros Señor la compasión y la solidaridad. Que tu despojo Jesús, nos impulse a socorrer y aliviar a todos los despojados de este mundo. Que tu ejemplo cale en nuestra vida y no se quede sólo en el sentimiento vacío de quien contempla una impresionante imagen, sin dejarse interpelar por la realidad sufriente que le rodea.
Jesús, despojado de tus vestiduras, ayúdanos a despojarnos de tantas cosas que nos encadenan. Enséñanos a amar, quitándonos esas actitudes que no nos hacen libres. Haz que sepamos como Tú, obedecer al Padre y dar la vida por los hermanos.