Muchas veces se me ha preguntado acerca del por qué de mi vínculo con la gaditana Villa de Rota. Y siempre contesto lo mismo: salvo alguna excepción no imputable a mi, cada verano Rota se convierte en ese lugar anhelado a lo largo de los duros y fríos meses castellanos; en ese pulmón que la Bahía de Cádiz, bañada por el Atlántico, sirve de terapia para absorber mis malos ratos, mi estrés, mis desvelos… Rota es y será siempre el lugar en el que poder refugiarme, perderme, desaparecer… ya que una vez que pones los pies en la avenida de María Auxiliadora, empiezas a sentirte envuelto de tal forma que pareciera que los musulmanes se han asentado de nuevo y sin ser consciente de ello te encuentras en las mazmorras del Castillo de Luna esperando que el tiempo no avance para permanecer por siempre entre las murallas que lo rodean.
28 años viajando a Rota son años suficientes como para ver la evolución de un pueblo, de sus gentes… y con sumo gusto y muy particularmente, considero que Rota ha crecido lo que tenia que crecer y como tenia que crecer. Rota no es la Base Americana como muchos puedan pensar. De hecho, la presencia en el día a día de los americanos se ha visto reducida a la mínima expresión. Por el contrario, cada año compruebo que este lugar de ida y vuelta para mi, es cada vez más verde y blanco, es más Andalucía…
No voy a negar que sea un destino turístico, pero no es menos cierto que sus ciudadanos han decidido que nivel de turismo es el adecuado para ellos y creo que han acertado. Pasear por la Playa de la Costilla no solo es un regalo que el Señor me ofrece cada año, sino que es un lugar de encuentro, de amigos, de cofrades, de costaleros, de jubilados… incluso de algún salmantino que también ha descubierto los encantos de los roteños.
Roteños entre los que se encuentran un buen abanico de amistades que he ido forjando a lo largo de estas casi tres décadas. Amigos que en su día me dieron la oportunidad de hacerme costalero, de vivir y compartir su Semana Santa, de amar y rendir devoción a María Santísima de la Caridad, de la Hermandad de la Salud… Rota es Mariana, a fe que lo digo. Rota es el Rosario, su Patrona. Es el Carmen, el Rocío, las Angustias, la Soledad, la Inmaculada, la Amargura, María Auxiliadora, Regla… Es la Madre del Nazareno, del Cautivo, del Cristo de la Vercruz o del Resucitado.
Pero también es Carnaval, es la Fiesta de la Primavera y de la Urta… es pasear por la calle Charco y perderse entre los pequeños comercios donde encontrar el detalle que te falte o adentrarte en calle Mina y saborear los pescados que recién han llegado al muelle o los helados de la Ibense o del Ola la.
Y por supuesto, es la Giralda, Rofe, Me gusta, El Barrio o el trenecito turístico que recorre sus calles y que hace las delicias de los más pequeños y también de los mayores. Es la Iglesia de la O, la Capilla de San Roque o la de la Caridad. Es el faro que baña con su luz tanto el Chorrillo, como la Costilla Punta Candor. Es arranque, la Urta, la tintilla, la manzanilla…
Pero sobre todo Rota es Lolo e Isaac, es Manolito y Piriqui, es Carlos e Ismael y otros muchos y muchas más personas que a lo largo de cada verano, de cada año, se suman a mi felicidad mientras no puedo dejar de sentir que Salamanca sigue estando en mi mente, que Cádiz, el Puerto o Chipiona se contemplan a lo lejos con apenas levantar la mirada; o que Sevilla está una hora para pode ir a verte Señora a buscar la Esperanza que me hace mantener la ilusión, la fuerza, la vida.
En definitiva, Rota es parte de mí como lo puedes ser tu, querido lector o lectora de este blog, y como tal la respeto, la quiero, la espero… Es ese lugar desde el cual puedes asomarte sin temor a sentir vértigo.