Cuando las Naciones Unidas declararon el año 1985 como “Año Internacional de la Juventud” Juan Pablo II quiso tener también un gesto con los jóvenes de todo el mundo para dialogar y rezar con ellos. 250.000 personas respondieron a la invitación del Papa y se desplazaron a Roma el Domingo de Ramos. La imagen de aquella multitud quedó grabada en el corazón del Papa y expresó su deseo de repetir la experiencia en los años venideros. Así nacieron las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Además se dispuso que los encuentros se alternaran con Roma; un año se celebrarían en un país y al siguiente en la capital italiana. “¿Quién afirmó que la juventud actual ya no tiene interés en los valores?, ¿es verdad que uno ya no puede contar con ella?” Con estas palabras el Juan Pablo II entregó al mundo un símbolo: una gran Cruz de leña que más tarde pasaría a ser conocida como la “Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud”.
Desde entonces, Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Denver, Manila, París, Toronto y ahora Colonia han sido las ciudades escogidas por el Papa para reunirse con los jóvenes. La prensa de estos días dice que en Colonia esperan a Benedicto XVI unos 800.000 jóvenes de 193 países, 750 obispos, 8.000 sacerdotes y están acreditados 6.500 periodistas.
¿Por qué razón los jóvenes responden masivamente a las invitaciones del Papa? Es la pregunta que todos nos hacemos en cada Jornada. Podíamos pensar al principio que la juventud y personalidad de Juan Pablo II era la causa. Pero la ancianidad del pontífice no hizo menguar la respuesta. Ahora se trata de un Papa nuevo, con personalidad distinta, y al que la mayoría de los jóvenes aún no conocen. ¿Por qué acuden?
Creo que para responder hay que dar, al menos, tres razones:
1 - El Papa ayuda a los jóvenes a encontrarse con ellos mismos. Siendo cardenal, Benedicto XVI, ha escrito que el YO de cada uno de nosotros está tan escondido en el fondo de nosotros mismos, que necesitamos la mano de un verdadero artesano para que nos ayude a levantar las diversas capas que cubren nuestro verdadero tesoro interior. Calderón diría que necesitamos, de vez en cuando, entrar en el camerino de la vida para quitarnos la máscara con la que representamos nuestro papel en el gran teatro del mundo. Pues bien, el Papa es un artesano que ayuda a los jóvenes a mirarse al espejo de su propia conciencia para que re-conozcan su Verdad. Las Jornadas son un buen camerino para los entreactos de la vida.
Además se dispuso que los encuentros se alternaran con Roma; un año se celebrarían en un país y al siguiente en la capital italiana. “¿Quién afirmó que la juventud actual ya no tiene interés en los valores?, ¿es verdad que uno ya no puede contar con ella?” Con estas palabras el Juan Pablo II entregó al mundo un símbolo: una gran Cruz de leña que más tarde pasaría a ser conocida como la “Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud”.
Desde entonces, Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Denver, Manila, París, Toronto y ahora Colonia han sido las ciudades escogidas por el Papa para reunirse con los jóvenes. La prensa de estos días dice que en Colonia esperan a Benedicto XVI unos 800.000 jóvenes de 193 países, 750 obispos, 8.000 sacerdotes y están acreditados 6.500 periodistas.
¿Por qué razón los jóvenes responden masivamente a las invitaciones del Papa? Es la pregunta que todos nos hacemos en cada Jornada. Podíamos pensar al principio que la juventud y personalidad de Juan Pablo II era la causa. Pero la ancianidad del pontífice no hizo menguar la respuesta. Ahora se trata de un Papa nuevo, con personalidad distinta, y al que la mayoría de los jóvenes aún no conocen. ¿Por qué acuden?
Creo que para responder hay que dar, al menos, tres razones:
1 - El Papa ayuda a los jóvenes a encontrarse con ellos mismos. Siendo cardenal, Benedicto XVI, ha escrito que el YO de cada uno de nosotros está tan escondido en el fondo de nosotros mismos, que necesitamos la mano de un verdadero artesano para que nos ayude a levantar las diversas capas que cubren nuestro verdadero tesoro interior. Calderón diría que necesitamos, de vez en cuando, entrar en el camerino de la vida para quitarnos la máscara con la que representamos nuestro papel en el gran teatro del mundo. Pues bien, el Papa es un artesano que ayuda a los jóvenes a mirarse al espejo de su propia conciencia para que re-conozcan su Verdad. Las Jornadas son un buen camerino para los entreactos de la vida.
2 - El Papa les ayuda a encontrarse con Dios. En ese momento gozoso de pausa teatral, de interioridad, el Papa, sin la tramoya montada a base de prejuicios sociales, culturales, y al margen de lo “políticamente correcto”, les recuerda un simple pero enorme mensaje: “Somos hijos de Dios”. Así lo anunciaba el Papa en el Ángelus romano previo a su cita en Colonia: “Dios no cierra nunca los ojos a las necesidades de sus hijos y si a veces parece insensible a sus peticiones es sólo para ponernos a prueba y fortalecer la fe”. De este discurso breve y directo no puede más que brotar un manantial de confianza, ilusión y seguridad para el joven y para todos nosotros. Esta es una labor de la Iglesia que cada día será más necesaria y urgente.
3 - El Papa les ayuda a descubrir el camino de su vida. Como un buen educador, el Papa, a la luz de lo que cada uno “es”, ilumina el camino que han de recorrer en su vida, es decir, les ayuda a discernir su propia vocación. No hay que olvidar que Dios, antes de crear el mundo, ya había pensado en cada uno de nosotros, nos había llamado por nuestro nombre y había diseñado para cada uno de nosotros el camino de nuestra felicidad. Pues bien, el Papa ayuda a cada joven a descubrir ese “camino providente” en esos camerinos de la vida que son las Jornadas; para ello transmite sencillamente las Palabras de Jesús y el testimonio de su vida. Los jóvenes agradecen esa mano amiga que les conduce por ese camino misterioso que transciende su propio deseo para entregarse gustosamente a cumplir la voluntad de Dios. ¡Cuántas vocaciones se han fraguado en estos encuentros juveniles con el Papa!
Todo este trajín espiritual está en el fondo de estas Jornadas Mundiales de la Juventud. Se trata de “un soplo del Espíritu” que supera al mismo Papa. Por todo ello, una radiografía sociológica o periodística de estos acontecimientos, siempre será muy limitada.
Los cristianos, en este momento, pedimos por los jóvenes y el Papa, para que sean capaces de abrirse a los dones del Espíritu. Damos gracias a Dios porque, en este tiempo de secularismo creciente, Jesucristo sigue siendo el líder indiscutible para miles de jóvenes.
Florentino Gutiérrez Sánchez. Sacerdote
Salamanca, agosto de 2011
3 - El Papa les ayuda a descubrir el camino de su vida. Como un buen educador, el Papa, a la luz de lo que cada uno “es”, ilumina el camino que han de recorrer en su vida, es decir, les ayuda a discernir su propia vocación. No hay que olvidar que Dios, antes de crear el mundo, ya había pensado en cada uno de nosotros, nos había llamado por nuestro nombre y había diseñado para cada uno de nosotros el camino de nuestra felicidad. Pues bien, el Papa ayuda a cada joven a descubrir ese “camino providente” en esos camerinos de la vida que son las Jornadas; para ello transmite sencillamente las Palabras de Jesús y el testimonio de su vida. Los jóvenes agradecen esa mano amiga que les conduce por ese camino misterioso que transciende su propio deseo para entregarse gustosamente a cumplir la voluntad de Dios. ¡Cuántas vocaciones se han fraguado en estos encuentros juveniles con el Papa!
Florentino Gutiérrez Sánchez. Sacerdote
Salamanca, agosto de 2011