Queridos Reyes Magos:
Aunque hace ya tiempo que perdí mi inocencia de niño, no por ello dejo de mostrar mi ilusión y felicidad al saber que pronto visitaréis todos y cada uno de nuestros hogares. Soy consciente de que estos están siendo días de inmensa tarea, recibiendo todas nuestras cartas, ordenándolas y seleccionándolas… Afortunados sois por tener ese don del trabajo, que parece haber caído del cielo, y que tantas familias añoran desde hace tiempo: la posibilidad de volver a incorporarse a un empleo que les saque de la situación de precariedad a la que se han visto abocados por esta maldita crisis. Por eso, si me lo permitís, quisiera que me regalaseis un primer deseo: trabajo para todos.
Admito que no he sido un buen chico a lo largo de este año que acabamos de dejar atrás, aunque os aseguro que he puesto toda mi voluntad en no cometer los mismos errores de siempre, pero soy débil y humano y caigo y tropiezo en la misma piedra una y mil veces. Luego me vienen esos grandes sentimientos de culpabilidad, pero ya es demasiado tarde. Confío, como seres generosos y comprensivos que sois, que aceptaréis mi firme propósito de enmienda, que no tengáis en cuenta todas mis faltas y que dejéis poquito carbón junto a mis zapatos.
Hay algo que me gustaría pediros para este 2014. Sé que es un “regalo” difícil de conseguir y muy costoso, pero lo deseo con todas mis fuerzas. Quisiera que no hubiese más víctimas como consecuencia de la violencia machista. Esa vergonzosa y deleznable lacra de la que los hombres (los machos) somos los máximos culpables y que atenta no solo contra la dignidad de las mujeres, sino también contra la vida de muchas, ocasionando dolor, sufrimiento y, en mi caso, una impotencia enorme por no saber cómo contribuir a erradicarla. No me cabe duda de que con la ayuda de vuestras Majestades y con un poco que pongamos de nuestra parte, seremos capaces de que el miedo deje su lugar a la paz, al respeto y a la felicidad de muchas mujeres.
No quiero extenderme mucho ni robaros un tiempo que habréis de emplear en estas últimas horas en las que apenas resta nada para que iniciéis vuestra cabalgata por las calles de nuestras ciudades, pero no puedo por menos que compartir con vosotros un “pequeño secreto”. Alguien, a quien quiero con locura, me otorgó hace años el privilegio de ser “sus pies” en la Madrugada sevillana más hermosa del año para las personas de Fe. Ella, la Madre del Niño Dios que acaba de nacer, es mi Esperanza Macarena, la que cada día me cuida, me protege y me guía por estos caminos un tanto pedregosos y que yo me empeño en tropezar y otros/as en ponérmelos cuesta arriba.
Por ello, como costalero de Esperanza, me gustaría pediros un último y gran deseo: que España recobre la Esperanza en sus gobernantes; que la corrupción pase a ser un mal sueño; que los jueces impartan justicia con la autoridad que las leyes le confieren; que la tolerancia, el respeto y el amor se impongan al odio, a la envidia, al rencor, a las mentiras, falsedades e hipocresías… y que podamos vivir en una sociedad más equitativa, donde todos tengamos la posibilidad de acceder a una vivienda digna, a una educación justa y posible, a una sanidad pública y de calidad. Una sociedad donde los mayores no tengan que estar a merced de la voluntad de leyes de dependencia que no se cumplen, ni los niños que padecen enfermedades “raras” carezcan de medicinas por falta de medios y recursos en investigación y desarrollo. Que la cultura deje de ser un artículo de lujo y si la expresión de un sentimiento, de un sueño, de una reflexión, de la manifestación más grande que el arte pueda dar. Una sociedad donde el derecho a la vida, a la libertad, a la integridad, al honor, a la igualdad, a la justicia…, no sean sólo bonitas palabras en boca de unos cuantos interesados, sino realidades conseguidas como consecuencia del amor y el respeto entre los hombres.
No quiero pasar por alto como una “Noche de Reyes”, hoy hace veinticinco años, me premiasteis con el regalo más grande que un padre puede obtener. El nacimiento de uno de los seres que más adoro y más quiero en este mundo, mi hija Amanda. Ella es uno de los motivos y razones por los que cada día merece la pena seguir viviendo. Sé que cuando vea que forma parte de esta carta que me sirve de primera publicación de este año, lanzará un “mi papi no tiene arreglo”, pero no puedo evitar el manifestar mis sentimientos de amor “puro y duro” por ella y de gratitud hacia vosotros. ¡Te quiero Amanda! Feliz 25º cumpleaños mi niña.
Concluyo, como no puede ser de otra manera, agradeciéndoos vuestros presentes y que el oro, el incienso y la mirra, se conviertan en Esperanza para todos. Perdonad que no os ponga agua y comida para vuestros camellos, pero mi economía no me da para ello. Seguro que el próximo año será diferente y podré agasajaros como es menester.
Un abrazo macareno enorme y Feliz Noche de Reyes, Majestades.
Un abrazo macareno enorme y Feliz Noche de Reyes, Majestades.
Fdº: Macareno40