Y el tiempo me está dando la razón, algo que me hace sentir bien, no por haber acertado en el pronóstico, sino en lo que está significando dicha elección no sólo para la Iglesia Católica, con esa entrada "de aire fresco" que el Papa argentino nos ha traído, sino por las continuas - y a mi juicio acertadas - decisiones que va tomando.
Con todo el respeto que me merece, me gustaría definirlo como el "Papa Costalero". Combina Fe (devoción) y "afición" (léase compromiso, dedicación, trabajo y esfuerzo) y poco a poco, pero siempre de frente, va dando "chicotá tras chicotá", para llegar a su particular Estación de Penitencia, estación que también es la nuestra, y que con la ayuda del Señor y del Espíritu Santo, va dejando su impronta., "su manera de andar, sus levantás, su cadencia, ..."
Ayer, en pleno mes de Julio, con 40º a la sombra, se ha despachado con dos nuevos gestos. Por un lado, la Encíclica "Lumen Fidei" - La luz de la fe -, escrita al alimón junto a Joseph Ratzinger y que en estos momentos es motivo de mi lectura para posteriormente hacer un discernimiento ajustado de la misma, y compartir mi reflexión contigo.
Y por otro, por si no fuera suficiente un regalo de tal relevancia - como si se tratase de la "paga extraordinaria de julio en versión catequética - nos transmite su decisión de elevar a los altares a Juan XXIII, "el Papa Bueno", del que siempre me hablaron mis padres como el mejor pontícipe del siglo XX, a pesar de que hasta la fecha no se le conozca el segundo milagro necesario para ello (se puede usar una dispensa papal que exima de dicha obligación). El milagro si conocido es el que hace alusión a la curación de una religiosa, Caterina Capitani, desahuciada por una enfermedad estomacal supuestamente incurable.
¿Jugada maestra del Papa Francisco? Cada uno que piense lo que quiera, pero indudablemente, por mucho carisma, seguidores y cariño que se le haya profesado y se le sigua profesando a Juan Pablo II, no es menos cierto que la rápida decisión de su canonización no está exenta de luces y de sombras, por lo que, acompañada de la de Juan XXIII, podía apagar alguna que otra voz discordante, que le acusa de no haber sabido o querido atajar el indefinible problema de la pederastia, combatir los desmanes del fundador de los Legionarios de Cristo o la situación de los dineros de la Banca Vaticana, luchas internas, u otras mucho mas mundanas y que tienen que ver con su férrea y particular doctrina social.
En resumen, que el Papa Francisco, haciendo uso de su inteligencia, de "conocer el paño" y de su innegable cercanía a los católicos de base, está dispuesto a canonizar a Angelo Roncalli (Juan XXIII), a Karol Wojtyla (Juan Pablo II) y a beatificar a Álvaro del Portillo, sucesor en el Opus Dei de Josemaría Escrivá de Balaguer, y como guinda del paste, el reconocimiento como mártires de 42 religiosos - asesinados por odio a la fe - durante la Guerra Civil española.
Muchas gracias, Santo Padre, y que la Santísima Virgen de la Esperanza le proteja bajo su manto.