Hoy comienzo una nueva sección en el blog desde la que pretendo darte a conocer a personas que de un modo u otro tienen relación con mi vida, con mi presente, con lo que soy, y especialmente con este apasionado y controvertido mundo de la Semana Santa, de sus cofradías, sus bandas… y que desde mi opinión tienen un plus que les hace merecedores y acreedores de formar parte de este espacio abierto a ti, y que sólo Dios sabe con qué intención te acercas hasta él, pero que gracias a ello me motivas cada día para seguir compartiendo mis sentimientos, mis experiencias, los actos y noticias de las hermandades, su idiosincrasia, etc.
“Un café con…” irá mostrándote, a través de los distintos post, cómo son esas personas vistas desde mi corazón macareno. No pretendo, como es costumbre en mí, que estés de acuerdo en el modo de presentártelas, pero si he de confesarte que lo que exprese de cada una de ellas es fiel reflejo de lo que me hacen sentir, de lo que representan o aportan en mi caminar, siempre desde el más absoluto de los respetos a su intimidad y a su persona.
Un café con Cristina Domínguez es un café de los de verdad, de los de mesa camilla, de mantel, de pastas y sacarina. Es un café que tiene el aroma y la esencia de alguien como ella. Un café que se toma en taza de porcelana fina, de largas horas de conversación, de escucha, de diálogo, de aprendizaje, de consejos, de paz, de compartir y sentir. Como ves, no es un café cualquiera.
Por suerte para mí, en los últimos años, he compartido muchos cafés con Cristina, con lo que “leche y café” se han fundido hasta lograr una exquisita mezcla para el paladar, una auténtica y fiel amistad que estoy convencido no acabará nunca, pues a pesar de que ambos gozamos de personalidades diferentes, creo no equivocarme cuando digo que entre ambos existe un complemento que da fortaleza a nuestra relación.
Las gentes de la Semana Santa salmantina conocen a Cristina Domínguez como “la modista de las cofradías”. No en vano, muchas hermandades incluyen en sus escritos su nombre y dirección a fin de que cada cofrade acuda hasta su taller para que ella les confeccione su hábito procesional. Puedes, por tanto, ir haciéndote una idea de lo que las manos de mi amiga “la modista” están tocando en estas fechas: sargas, raso, terciopelos, botones y escudos... El taller de Cristina huele a cera, incienso, flores, telas, hilos… pero también está perfumado por ilusiones, sueños, nervios, alegrías y como no, por decepciones.
Como casi todo en esta vida, al menos aquello que tiene un contrastado valor o importancia, no “cae del cielo”, como se suele decir vulgarmente. De ahí que la valía y profesionalidad de esta mujer es consecuencia tanto del montón de virtudes que atesora como persona, como de un proceso, de un camino recorrido que tiene un inicio propio y singular.
Al igual que muchos de nosotros, un día recibió la llamada de la Madre, de Nuestra Esperanza. A través de su hermano Víctor y de su hija Ana, se incorpora a una de las hermandades salmantinas con la que se identifica plenamente: la Hermandad Dominicana. Ana procesionará por vez primera con apenas tres años – 1981 – fecha que será un punto de inflexión en el futuro de Cristina, pues el hecho de que su hija salga en la “Madrugada salmantina” se convierte en la oportunidad – bendita oportunidad - para que realice su primer hábito. Las casualidades no existen. Estaba así escrito: “el primer hábito que saldrá de las manos de Cristina ha de ser para su hija”. No podía ser de otra manera. De este modo, nuestra protagonista, se convierte a la vez en modista y cofrade, para con el paso del tiempo ser modista-cofrade por un igual.
Cristina es mujer “pura y dura” que diría alguien. Y como tal, es una persona de principios, de criterios y también de tradiciones. De ahí que sus primeros acompañamientos a la “Virgen de los toreros” los haga ataviada con su mantilla negra, enlutada y bella para ir junto a la Señora de San Esteban, hasta que decide vestir la túnica de lienzo moreno y capirote verde, verde de Esperanza.
Más tarde y hasta hace apenas cuatro años, se integra en la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz, pasando a la historia junto a otras mujeres, como las primeras en sacar a hombros a la Santísima Virgen, bajo la advocación de María Nuestra Madre. De la Hermandad del “Arrabal” al Cristo de la Liberación, hay solo un peldaño, por lo que en su nómina también hay un espacio para la madrugada del Sábado Santo. Por último, aunque le dedicaré algo más de espacio para hablarte de ello, Cristina se integra en la Hermandad de Jesús Despojado, integración que se me antoja “hasta las trancas”.
Saboreando el café junto a unas “pastas cofrades” descubro momentos en los que los ojos de Cristina brillan más, no te digo que se inunden de lágrimas, pero casi. Cuando me cuenta que a lo largo de su trayectoria ha confeccionado hábitos para niños que hoy son padres y que acuden ahora a su taller junto a sus hijos, para que sea a estos a quienes les tome medidas, me imagino como su mente hace un recorrido rápido hacia el pasado, recordando esos inicios en el salón de su casa confeccionando hábitos para la citada Hermandad Dominicana... Se hace el silencio, se centra en la aguja y la tela, recobra el aire y continuamos con la conversación. ¡Cuántas anécdotas, cuántas historias, cuánta paciencia…!
Hace unos días visitaba su taller un conocido hermano mayor, el cual, en medio de la conversación que nos traíamos entre manos planteaba, con todo acierto, que la Semana Santa salmantina estaba en deuda con Cristina Domínguez. ¡Ya es hora de que le reconozcamos todo lo que ha hecho y hace por nosotros! Y es que esta modista-cofrade no se queda solamente en el “mido, corto y coso”, sino que junto a los hermanos mayores, a sus juntas de gobierno, se adentra en el carisma, en la personalidad, en el carácter que es propio a cada hermandad y cofradía. De ahí que pueda afirmarte, y no me equivoco ni “mijita”, que hoy por hoy es quien más y mejor sabe cómo se “viste” la Semana Santa charra. Me asegura que ha realizado túnicas para todas las cofradías y hermandades, algunos diseños son suyos, propios, como los verdugos y capirotes de la “Madrugada”
Cuando me hablaron de ella, admito que no tenía ni conocimiento ni referencia alguna acerca de su trabajo. Solamente me dijeron: “es la mejor”. Y a fe que no me engañaron. Los capirotes (capuchones que dirían otros) son marca y seña de identidad de Cristina. En la calle, entre los cientos de nazarenos que participan en cada cortejo procesional, no es difícil distinguir cuáles han salido de la “fábrica” sita en la calle Benito Pérez Galdós. Por no hablarte de las capas. Su forma, su caída, su prestancia, da empaque a quien las viste, las luce. Admito que cuando vestí por vez primera la capa de la Hermandad de Jesús Despojado, tuve la sensación de sentirme protegido, lleno, dispuesto.
Y es que, como te decía antes, “la culpable” del diseño del hábito de la hermandad de San Benito no es otra más que ella. De acuerdo que la idea, el estilo y demás características del traje le fueron dadas por quienes formábamos la junta de gobierno de entonces, pero una cosa es decir lo que quieres y otra verlo, tocarlo, sentirlo, disfrutarlo. Hoy por hoy, y sin pretender con ello despreciar a ninguna hermandad, soy de la opinión que no hay hábito de corte clásico que reúna más cualidades que el de la Hermandad de Jesús Despojado. Recuerdo aquellas tardes en su taller, junto a otros miembros de la hermandad, en las que escuchábamos los consejos de Cristina. ¡Tú eres la que sabes, Cris, lo que tú hagas, bien hecho está! Y los resultados son la mejor prueba y testimonio de que no miento. Como me gusta decir de vez en cuando, “las cosas se pueden hacer bien, muy bien, o como las hace Cristina Domínguez”. Lo siento por quien se sienta menospreciado/a por su trabajo, pero digo lo que siento y lo que siento se puede demostrar, como lo prueban sus últimos trabajos para otra parte de la Semana Santa, como son las Bandas de Música. Ver los trajes de la Agrupación Musical “La Expiración” es más que significativo de lo que te cuento.
Abusando de su confianza y de nuestra amistad, me intereso por la parte económica del “arte de confeccionar túnicas cofrades”. A pesar de lo que muchos puedan pensar, la Semana Santa no es su medio de vida. “La Semana Santa forma parte de mi vida”, afirma con rotundidad. Ella es modista todo el año, pero no esconde que ver la cara de gozo de las personas cuando vienen a probarse o salen de su taller con su hábito, es algo que le hace sentir bien, satisfecha, feliz. ¡Cómo disfruté viendo a los niños de Jesús Despojado vistiendo mis hábitos y capelinas el Domingo de Ramos!, afirma con emoción contenida. Lo que no sabes es que aunque la Semana Santa se inicia dicho día, Cristina sigue haciendo hábitos incluso hasta horas antes de la “Madrugada del Viernes Santo”.
Lo peor de esta época es el estrés que le genera ser una persona con muchísimo amor propio y cumplir con el compromiso y la palabra dada para la entrega de la ropa. Generalmente los cofrades nos acercamos por su taller una vez pasadas las navidades, aunque me confiesa que el golpe fuerte se produce al inicio de cada Cuaresma. La gran mayoría lo dejamos para última hora. Sabemos que ella va a cumplir “sí o sí”. De hecho, el Domingo de Ramos del 2012, antes de la primera Estación de Penitencia de Jesús Despojado, aún estaba rematando trabajos de última hora que le llegaron de imprevisto (¿) Con humildad, considera que la gente sabe valorar y reconocer su trabajo una vez concluido, lo que le anima y da Esperanza, en esos momentos de mayor nerviosismo.
Hago un alto y levanto mis ojos del teclado del ordenador y me fijo en sus paredes. Cuadros, carteles, fotografías, estampas… Y no puedo por menos que pensar que si esas paredes hablaran, habría para llenar multitud de hojas de boletines, de páginas web, de blogs y ya no digo de esos foros digitales que algunos tanto frecuentan para desahogar sus odios, rencores y envidias desde el más ruin de los anonimatos. En definitiva, se me ocurre pensar que su taller es un lugar de “encuentros cofrades no concertados” donde unos y otros hemos intercambiado historias, vivencias, anécdotas y “cortado más de un traje”. Pero si las paredes callan, Cristina calla aún más: “lo que aquí se habla, aquí se queda, al menos por mi parte”, asevera con absoluta firmeza.
Se considera más mariana que cristológica, al menos en sus inicios. Pero llega Nuestro Padre Jesús Despojado y su corazón queda cautivado por la Imagen de Romero Zafra, aunque no niega también su devoción al Señor de Pasión. Ambas Imágenes, Pasión y Despojado, llevan también su sello, su marca, pues ambos visten túnicas que han salido de sus manos, lo que tiene un alto valor para ella, pues algo suyo va con el Señor: el trabajo de sus manos, su tiempo, su ilusión, su amor.
Actualmente también es vestidora. La Junta de Gobierno de Jesús Despojado decidió concederle este merecido privilegio, lo que supone vivir desde otra dimensión su espiritualidad, su condición de cofrade. De nuevo sus ojos parecen salirse de sus órbitas, al referirse a algunos de los momentos vividos en los últimos tiempos. Me recuerda las caras de los ancianos de la Residencia de las Hermanitas de los Pobres en la mañana de la bendición de la túnica de terciopelo burdeos que ellos mismos donaron y que con tanto gusto y cariño confeccionó para la primera salida procesional del Señor. A este momento suma otros como la noche en la que la Sagrada Imagen llega a Salamanca o, sin duda, la jornada del 11 de Febrero de 2012, en la que fue Bendecida.
“Cuando le estoy vistiendo, hablo con Él, le doy gracias por todo lo que tengo y lo que me ha dado en esta vida, me transmite paz, me habla, me mira, me dice…” Confiesa que no suele hacerle súplicas o peticiones. Que ha llegado en un momento especial de su vida, como la culminación a una trayectoria, y que eso es suficiente, más de lo que merece. Se siente una privilegiada y da gracias a la hermandad por haber contado con ella en este proyecto desde sus inicios hasta la actualidad.
Es amante de vivir la Semana Santa todo el año e involucrarse y participar en diferentes proyectos de caridad, como el de Proyecto Hombre de la Hermandad Dominicana, el de la Hermandad de N.P. Jesús del Perdón con el Centro Penitenciario de Topas o aquellos en los que participa la Hermandad de Jesús Despojado, amén de ser voluntaria en la Residencia de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres. Y después, hacer Estación de Penitencia junto a Él, Nuestro Padre Jesús Despojado (Domingo de Ramos) o al lado de su Madre Bendita, Nuestra Señora de la Esperanza (Madrugada).
Y si lo anterior no fuera suficiente, aún su tiempo le permite vivir intensamente los proyectos de la iglesia de su pueblo, Madroñal de la Sierra, como la restauración y reforma de la misma, las de sus Sagradas Imágenes, Santa Ana y la Virgen de la Misericordia, de la que es Mayordoma y vestidora.
No vive ni conoce directamente otras “semanas santas”, pues el tiempo es su mayor enemigo como ya has podido comprobar, de ahí que se sienta plenamente involucrada con la Semana Santa de su ciudad, pero no por eso se opone a la entrada de ideas que vengan de fuera, siempre que se mantengan los criterios de la hermandad.
Según avanza la conversación, intento buscar en su interior esa opinión fundada gracias a sus años de experiencia. Y consigo arrancarle un deseo: le gustaría que se terminasen para siempre las rencillas en el seno de la Semana Santa, de sus cofradías. “Algunas veces les falta mucha paz y tranquilidad y no sabemos valorar y apreciar lo que tenemos, renunciamos al trabajo en equipo, somos muy personalistas”. Destaca la labor de todos aquellos y aquellas que trabajan a lo largo del año en las hermandades, más allá de los miembros de las juntas de gobierno, y que desde la sombra o el anonimato, ponen todo su amor e ilusión al servicio de los demás, para que cada acto, cada culto, cada procesión en la calle, esté a la altura de lo que todos esperan. Es en este instante cuando no duda en expresar su agradecimiento a todos los que han confiado y confían en ella, a la vez que reconoce que ahora es más fácil que hace 30 años sentarse frente a la máquina, si bien implica mayor responsabilidad.
Poco a poco el café va llegando a su fin, aunque como en los buenos banquetes, siempre queda lugar para un buen postre. Y Cristina, generosa donde las haya, amiga fiel, hermana y defensora de sus creencias, me regala alguno de sus sentimientos más profundos, de sus principios más arraigados, de su sinceridad más absoluta: “Ángel, si no existiera la Semana Santa, habría que inventarla, pero si tuviera que vivir solo de ella, puedo asegurarte que me moriría de hambre”. Y ahí es cuando su corazón se abre y me confiesa algo que muchos hemos vivido a lo largo de nuestra existencia cofrade y que no es otra cosa que mantener, como algo especial, que después de 30 años su hermano, su hija y ella mantengan vivo el ritual de vestirse juntos y dirigirse a San Esteban a hacer la Estación de Penitencia en la Madrugada del Viernes Santo.
Como “mujer de Esperanza” se emociona cada vez que sus pies pisan el Convento de los Dominicos y cuando ve salir por la puerta de la Iglesia de la Purísima al “Despojado” que tantas veces ha vestido y con que ha compartido como nadie momentos de intensa intimidad a lo largo del año
Concluyo este primer “Un café con…” dándole las gracias a Cristina Domínguez por TODO, un todo que incluye la palabra más bonita del mundo: Amor. El que ella pone a la hora de hacer, de sentir, de pensar, de compartir. En una de las paredes de su taller cuelga un cartel que dice: “La constancia gana la partida” y ella añade: “La ignorancia es la madre del atrevimiento”. ¡Ahí quedó!