El 5 de Enero desde 1989 es un día marcado en rojo en el calendario de mi familia, ya que celebramos el cumpleaños de mi hija Amanda. Este año la fiesta se adelantó al momento de la comida en casa de la abuela materna, tras la cual decidí regresar a mi casa para descansar un ratito. Es una costumbre o un vicio, pero que a mi cuerpo le sienta genial.
De camino me sorprendió como un grupo de personas se amontonaban en torno a tres personajes que, por supuesto, no pasaron tampoco desapercibidos para mí. Eran, nada más y nada menos, que los Magos de Oriente. ¡Si, los Reyes Magos en Salamanca! Me acerqué hasta ellos, pues parecían como perdidos, como si estuviesen buscando un lugar, el cual no encontraban.
El Rey Baltasar era el más dispuesto a hablar, incluso en un castellano bastante bueno (parece ser que lo se enseñó un primo suyo que anduvo por estas tierras) y me puso al corriente de su problema. Habían llegado hasta el aeropuerto de Matacán y desde allí en camello hasta la ciudad siguiendo la estrella instalada en la fachada del ayuntamiento, pero al “GPS” se le había agotado la batería y no eran capaces de llegar a su destino. ¿Pero cuál era ese destino tan importante para ellos? ¡No podía ser otro! la Residencia de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres. Según el Rey Baltasar, tenían en su hoja de ruta acudir a adorar al Niño Dios así como hacer entrega de sus presentes al casi centenar de residentes que aguardaban su visita.
Definitivamente, estoy convencido de que las casualidades no existen y que el Señor quiso que yo hiciese de “lazarillo” para indicarles el camino y llevarles hasta mis “amigos y amigas” los ancianos de las Hermanitas de los Pobres, donde he tenido y tengo la fortuna de vivir muchos de los momentos más intensos y emotivos de mi vida en los últimos tiempos.
¡Tenías que ver las caras de los ancianos cuando entraron Melchor, Gaspar y Baltasar acompañados por sus Pajes en el comedor de la residencia! Junto al belen presidido por el Niño Jesús y sus Padres, una fogata daba aún más calor a unos corazones que rebosaban ilusión y alegría. Las caras y las miradas eran el reflejo de la expectación despertada por la presencia de mis queridos acompañantes.
¡No veas cómo le gusta a este Baltasar un micrófono! Haciendo de portavoz de sus compañeros de viaje, explicó el motivo de su visita, las vicisitudes de sus viajes, de los lugares de procedencia y, sobre todo, agradeció poder estar ante unos “niños-grandes” tan especiales, a los cuales daba la impresión de conocer de siempre, pues en algunos momentos pareció casi emocionarse al dirigirse a ellos.
Procedía, antes de hacer entrega de los regalos, presentarse ante el Niño Dios, al cual le entregaron “oro, incienso y mirra” y al que le pidieron por todos los ancianos, por las hermanitas,los empleados, los voluntarios, sus familias… concluyendo con la oración del Padrenuestro.
Sin solución de continuidad, uno a uno, una a una, los ancianos y ancianas fueron recibiendo sus regalos entre aplausos, besos, abrazos… y, sobre todo, muchas muestras de cariño.
Y he aquí, que antes de marcharse para participar en la cabalgata de la ciudad, Baltasar tenía que cumplir otra misión, la más emotiva, la más gratificante, y también la más "difícil"… pero el Niño Jesús se la tenía exclusivamente reservada para él. Tres “ángeles, tres reinas, tres corazones” permanecían “malitas” en sus camas, no pudiendo estar junto al resto para recoger sus regalos. Y Baltasar se sintió una vez más un privilegiado, al poder compartir con el mismo Jesús, la Esperanza de su corazón para con estas tres benditas mujeres…
Son más de sesenta las fotografías que Julia ha realizado de este entrañable acto que he tenido la oportunidad de vivir esta tarde y de compartir ahora contigo. Pero permíteme que alguna de ellas no las publique. No me cabe duda de que comprendes los motivos por los que no es oportuno subirlas al blog.
Termino con el corazón aún pellizcado por las emociones vividas, pero a la vez encogido por la triste noticia conocida esta tarde del fallecimiento de un niño de Málaga, quien por culpa de un maldito caramelo, ha truncado su vida y sus ilusiones. Te preguntarás por qué pasan estas cosas y te contesto con la peor de las respuestas que se pueden dar: ¡hay preguntas que no tienen respuesta, por lo que es mejor no hacerlas!
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino…
Así es la vida: Primero uno cree en los Reyes Magos, luego uno ya no cree en los Reyes Magos y al final uno es Baltasar... ¡Feliz noche de Reyes!