Hoy quiero compartir contigo mi primer Corpus en Sevilla, el grande, el que organiza “palacio”, pues con anterioridad había participado en el de San Julián, y que por motivos que desconozco lleva un par de años sin organizarse.
La noche del 22 al 23 de Junio es de esas que te la pasas en blanco, pero no por los nervios, sino por “la caló”. Hasta los gatos protestaban por los 28º de mínima. De este modo y manera a las 7.00 de la mañana mi querido Antonio Vargas y yo nos echamos a la calle para desayunar. El Corpus en Sevilla comienza temprano, pues después se corre el riesgo de que se derritan hasta las imágenes – con perdón – por eso no es de extrañar que a primera hora de la mañana el centro de Sevilla sea un hervidero de “gente guapa”, los hombres de traje y corbata, las mujeres con sus tacones y de peluquería, los niños de punta en blanco y un trajín de varas, estandartes, cirios… y muchos costaleros.
Porque te cuento, en Sevilla, el Corpus es el Corpus. Allí participa todo el mundo y de un modo especial todas y cada una de las hermandades y cofradías de penitencia, sacramentales y de gloria. Tanto es así, tan largo es el cortejo, que muchos regresan a la Catedral cuando aún no ha salido la Sagrada Custodia.
La Hermandad de la Macarena, desde hace una veintena de años, es la encargada de sacar a San Leandro, por lo que parte de la cuadrilla baja del palio nos damos cita para vivir otro momento de fraternidad, de amistad, de compromiso, que tiene su antes, su durante y su después...
A las 8.30 el cortejo parte de la Catedral y a través de la Avenida de la Constitución se adentra en Sierpes para llegar hasta el Salvador y por Placentines regresar al templo catedralicio. Varios son los pasos, además del citado de San Leandro, que se pueden observar a lo largo de la procesión: Santa Ángela de la Cruz, Santa Justa y Santa Rufina, San Isidoro, San Fernando, la Inmaculada Concepción de María, Niño Jesús, la Custodia “chica” y la Sagrada Custodia. No hay que olvidar que el paso de la Santa Cena (este año completo) preside el altar del Palacio Arzobispal y que es uno de los mayores “atractivos” de la mañana junto a los “niños carráncanos” que inician la procesión.
Sevilla, como digo, se echa a la calle para vivir la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo y así viste sus calles, sus balcones, sus comercios,… Impresionantes altares montados para la ocasión acogen el discurrir de la procesión; el romero es fiel alfombra para el paso del Señor y la Plaza Nueva se convierte en el “centro neurálgico civil” pues sin duda es la Catedral y la celebración eucarística donde se centra la atención en esta jornada grande de fervor y devoción cristiana.
Por la tarde aún puedes disfrutar con el regreso a San Julián de la Hiniesta Gloriosa, pretexto que me sirve para contemplar cómo el comercio sevillano, al igual que en Semana Santa, contribuye con su “toque especial” adornando escaparates a cual mejor. Valga de ejemplo la agradable sorpresa al observar en uno de ellos al “Niño Jesús” del gaditano Ángel Pantoja, que no quiso faltar a la cita.
En definitiva, no es que este sea el artículo que mejor recoja lo que es el Corpus sevillano, pues no se puede “predicar y a la vez tocar las campanas”, por lo que me limito a contarte parte – que no todo – de lo que yo tuve la dicha de vivir, acompañándotelo de unas cuantas fotografías de mi propiedad, así como algunas cedidas generosamente por Jesús Barco y la Hermandad de la Macarena. Espero que te guste.
La noche del 22 al 23 de Junio es de esas que te la pasas en blanco, pero no por los nervios, sino por “la caló”. Hasta los gatos protestaban por los 28º de mínima. De este modo y manera a las 7.00 de la mañana mi querido Antonio Vargas y yo nos echamos a la calle para desayunar. El Corpus en Sevilla comienza temprano, pues después se corre el riesgo de que se derritan hasta las imágenes – con perdón – por eso no es de extrañar que a primera hora de la mañana el centro de Sevilla sea un hervidero de “gente guapa”, los hombres de traje y corbata, las mujeres con sus tacones y de peluquería, los niños de punta en blanco y un trajín de varas, estandartes, cirios… y muchos costaleros.
Porque te cuento, en Sevilla, el Corpus es el Corpus. Allí participa todo el mundo y de un modo especial todas y cada una de las hermandades y cofradías de penitencia, sacramentales y de gloria. Tanto es así, tan largo es el cortejo, que muchos regresan a la Catedral cuando aún no ha salido la Sagrada Custodia.
La Hermandad de la Macarena, desde hace una veintena de años, es la encargada de sacar a San Leandro, por lo que parte de la cuadrilla baja del palio nos damos cita para vivir otro momento de fraternidad, de amistad, de compromiso, que tiene su antes, su durante y su después...
A las 8.30 el cortejo parte de la Catedral y a través de la Avenida de la Constitución se adentra en Sierpes para llegar hasta el Salvador y por Placentines regresar al templo catedralicio. Varios son los pasos, además del citado de San Leandro, que se pueden observar a lo largo de la procesión: Santa Ángela de la Cruz, Santa Justa y Santa Rufina, San Isidoro, San Fernando, la Inmaculada Concepción de María, Niño Jesús, la Custodia “chica” y la Sagrada Custodia. No hay que olvidar que el paso de la Santa Cena (este año completo) preside el altar del Palacio Arzobispal y que es uno de los mayores “atractivos” de la mañana junto a los “niños carráncanos” que inician la procesión.
Sevilla, como digo, se echa a la calle para vivir la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo y así viste sus calles, sus balcones, sus comercios,… Impresionantes altares montados para la ocasión acogen el discurrir de la procesión; el romero es fiel alfombra para el paso del Señor y la Plaza Nueva se convierte en el “centro neurálgico civil” pues sin duda es la Catedral y la celebración eucarística donde se centra la atención en esta jornada grande de fervor y devoción cristiana.
Por la tarde aún puedes disfrutar con el regreso a San Julián de la Hiniesta Gloriosa, pretexto que me sirve para contemplar cómo el comercio sevillano, al igual que en Semana Santa, contribuye con su “toque especial” adornando escaparates a cual mejor. Valga de ejemplo la agradable sorpresa al observar en uno de ellos al “Niño Jesús” del gaditano Ángel Pantoja, que no quiso faltar a la cita.
En definitiva, no es que este sea el artículo que mejor recoja lo que es el Corpus sevillano, pues no se puede “predicar y a la vez tocar las campanas”, por lo que me limito a contarte parte – que no todo – de lo que yo tuve la dicha de vivir, acompañándotelo de unas cuantas fotografías de mi propiedad, así como algunas cedidas generosamente por Jesús Barco y la Hermandad de la Macarena. Espero que te guste.