No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor,
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir
y a dar su vida en rescate por muchos”.
Y, trenzando una corona de
espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y
doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ¡Salve, Rey de los
judíos!
Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota (o Calvario), o sea, ‘calavera’, le dieron a beber vino mezclado con hiel. Jesús lo probó, pero no lo quiso beber.
Allí lo crucificaron y después se repartieron entre ellos la ropa de Jesús, echándola a suertes. Luego se sentaron a vigilarlo. (Mateo 27:29-36)
¿Qué hombre no lloraría si a la Madre de Cristo viera en tanto suplicio?
¿Quién no se entristecería a la Madre contemplando con su doliente Hijo?
Envuélveme en tu manto azul sagrado para enjugar tu amargo valle de lágrimas.
Por Caridad, oh abogada de los pecadores, no dejes de darme tu Consuelo a mi alma afligida.