Durante la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta hoy 16 de Septiembre, el Papa Francisco señaló que cuando se quiere anunciar el Evangelio se tiene que hacer mostrando cercanía y compasión, porque lo contrario será una prédica tal vez brillante, pero que no siembra Esperanza y por tanto es solo vanidad.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje del Evangelio en que Jesús se acerca a un cortejo fúnebre: una viuda de Naím ha perdido a su único hijo. El Señor realiza el milagro de devolver la vida al joven –indicó el Papa-, pero hace más: está cerca. “Dios – dice la gente – ha visitado a su pueblo”. Cuando Dios visita “hay algo más, hay algo nuevo”, “quiere decir que su presencia está especialmente allí”.
Jesús “estaba cerca de la gente. Dios cercano que logra comprender el corazón de la gente, el corazón de su pueblo. Después ve el cortejo, y el Señor se acerca. Dios visita a su pueblo, en medio de su pueblo, y acercándose. Cercanía. Es la modalidad de Dios. Y después hay una expresión que se repite en la Biblia, tantas veces: ‘El Señor tuvo gran compasión’. La misma compasión que tenía, dice el Evangelio, cuando vio a tanta gente como ovejas sin pastor. Cuando Dios visita a su pueblo, está cerca de él, se acerca a él y siente compasión: se conmueve”.
“El Señor se siente profundamente conmovido, como lo estuvo ante la tumba de Lázaro”. Como se conmovió aquel Padre “cuando vio volver a casa a su hijo” pródigo.
“Cercanía y compasión: así el Señor visita a su pueblo. Y cuando nosotros queremos anunciar el Evangelio, llevar adelante la Palabra de Jesús, éste es el camino. El otro camino es el de los maestros, el de los predicadores de aquel tiempo: los doctores de la ley, los escribas, los fariseos… Alejados del pueblo, hablaban… bien: hablaban bien. Enseñaban la ley, bien. Pero alejados. Y ésta no era una visita del Señor: era otra cosa. El pueblo no sentía esto como una gracia, porque faltaba la cercanía, faltaba la compasión, es decir, padecer con el pueblo”.
“Y hay otra palabra que es propia de cuando el Señor visita a su pueblo: ‘El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él – Jesús – se lo dio a su madre’”, recordó Francisco.
En ese sentido, afirmó que “cuando Dios visita a su pueblo, devuelve la esperanza al pueblo. Siempre. Se puede predicar la Palabra de Dios brillantemente: en la historia hubo tantos buenos predicadores. Pero si estos predicadores no fueron capaces de sembrar Esperanza, esa prédica no sirve. Es vanidad”.
Viendo a Jesús que devolvió el hijo vivo a su mamá “podemos entender lo que significa una visita de Dios a su pueblo. Y pedir como gracia que nuestro testimonio de cristianos sea portador de la visita de Dios a su pueblo, es decir, de la cercanía que siembra la Esperanza”, concluyó Francisco.
No puedo estar más de acuerdo con el Papa Francisco. A lo largo de vida he tenido la oportunidad de escuchar mil y una homilía, de sermones, de disertaciones tras el ambón. Por suerte para mi y para otros muchos, he conocido y conozco a excelentes sacerdotes, que ya no sólo son capaces de "desgranar" la Palabra de Dios con excelente y cercana praxis teológica, sino que también gozan de ese carisma que les convierte en verdaderos misioneros de Cristo. Tanto da el ámbito en que lleven a cabo su pastoral, pueblo o ciudad, jóvenes o mayores, parroquias o capillas recónditas. Estoy seguro de que estos son los preferidos por el Papa.
Por contra, aún queda algún trasnochado pre-conciliar que utilizan sus misas como "altavoz" para arremeter desde la más inquisitoria ortodoxia contra todo bicho humano. Lo mismo le da cuales sean las lecturas del día. Ellos van a piñón fijo y no se salen de un guión preconcebido y lleno de prejuicios. Leña y más leña, mostrándonos a un Dios justiciero, castigador, alejado de "los malos" y sobre todo, con una prepotencia y falta de humildad impropia de lo que dicen ser o representar.
Y para mas INRI, van por la vida con "aires de grandeza", casi extendiendo la mano para que se la beses y mirándote por encima del hombro. Se creen que son la esencia de la pureza y gracias a cuatro "beatillas y unos cuantos meapilas" siguen instalados en el pasado más oscuro de nuestra Iglesia contemporánea, de cuyas "fechorías" desgraciadamente hoy estamos teniendo conocimiento.
Difícil tarea la de Francisco, aunque por sus palabras y sus hechos, me consta que está firmemente decidido a introducir cambios en la Iglesia, sin abandonar los postulados del Catecismo o del Código de Derecho Canónico, tarea que con la ayuda de muchos sacerdotes, religiosas y laicos, más pronto o más tarde comenzará a dar sus frutos. Siempre con Esperanza.
Dedicado a Miguel Angel, Poli, Nacho, Alfredo, Lorenzo, Bernardo, Fructuoso, Jesús, Guti, Romo, Tapia, Leo...