Las Semillas de Florentino Gutiérrez, Vicario General de la Diócesis de Salamanca
De la mano de Benedicto XVI (estas citas son suyas) recordamos unos textos llenos de sugerencias para comprender la grandeza de la belleza. Daremos cuatro pasos:
1 – En la belleza está Dios
Simone Weil, nacida en el seno de una familia hebrea intelectual y laica, de la que Simone de Beauvoir llegó a comentar: “Me intrigaba por su gran reputación de mujer inteligente y audaz”, escribió: "En todo aquello que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de lo bello, está realmente la presencia de Dios. Hay casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, del cual la belleza es un signo. Lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible. Por esto, cada arte de primer orden es, por su esencia, religiosa". Todavía más curiosa es la afirmación de Hermann Hesse, premio Nóbel de Literatura de 1946: "Arte significa: dentro de cada cosa mostrar a Dios".
2 – La belleza es un camino hacia Dios
La belleza es un buen camino hacia la trascendencia. Esta relación entre belleza y fe es una constante en el magisterio de Benedicto XVI. Así habló a los artistas en la Capilla Sixtina el 21 de noviembre de 2009: “La belleza, desde la que se manifiesta en el cosmos y en la naturaleza hasta la que se expresa a través de las creaciones artísticas, a causa de su característica de abrir y ampliar los horizontes de la conciencia humana, de llevarla más allá de sí misma, de asomarla al abismo de lo infinito, puede convertirse en un camino hacia lo trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios. El arte, en todas sus expresiones, en el momento en el que se confronta con las grandes interrogantes de la existencia, con los temas fundamentales de los cuales deriva el sentido de vivir, puede asumir una validez religiosa y transformarse en un recorrido de profunda reflexión interior y de espiritualidad. (…) Se habla, en este contexto, de una vía pulchritudinis, un camino de la belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético, y un itinerario de fe, de búsqueda teológica”.
3 – La belleza es la última palabra
El teólogo Hans Urs von Balthasar abre su gran obra titulada "Gloria", una estética teológica memorable, con estas sugestivas expresiones: "Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza es la última palabra que el intelecto pensante puede atreverse a pronunciar, porque ella no hace otra cosa que coronar, cual aureola de esplendor inalcanzable, el doble astro de lo verdadero y del bien y su indisoluble relación (…) Esa es la belleza desinteresada sin la cual el viejo mundo era incapaz de entenderse, pero que se ha apartado de puntillas del moderno mundo de los intereses, para abandonarlo a su oscuridad, a su tristeza. Esa es la belleza que ya no es amada y custodiada ni siquiera por la religión (…) Quien, en su nombre, crispa los labios en una sonrisa, juzgándola como el juguete exótico de un burgués, de éste se puede estar seguro que --secreta o abiertamente-- no es capaz de rezar y, pronto, ni siquiera de amar".
4 – La belleza es el último destino del hombre
Concluimos nuestra reflexión con palabras de San Agustín, reflexionando sobre el destino último del hombre: "Gozaremos, entonces de una visión, hermanos, nunca contemplada por los ojos, ni oída por los oídos, nunca imaginada por la fantasía: una visión que supera todas las bellezas terrenas, la del oro, la de la plata, la de los bosques y de los campos, la del mar y del cielo, la del sol y la luna, la de las estrellas y los ángeles; la razón es ésta: es la fuente de cualquier otra belleza".